9 octubre, 2024

El sueño se pierde por la mañana. En efecto, solo sabemos del sueño por el recuerdo que de él tenemos después de despertar; pero muy a menudo creemos que lo recordamos incompleto, que en la noche había más de él. Podemos observar como un recuerdo del sueño todavía presente por la mañana y que se desintegra en el curso del día hasta que no quedan sino pequeños fragmentos; muchas veces sabemos que hemos soñado, pero no lo que soñamos.

Por otra parte, sucede que ciertos sueños muestran extraordinaria permanencia en la memoria.

Del olvido de los sueños se ocupa Strümpell. Este olvido es un fenómeno complejo, que atribuye no a única razón sino a toda una serie de ellas.

En primer lugar, para el olvido de los sueños valen todas aquellas razones que en la vida de vigilia producen el olvido. En éstas solemos olvidar en seguida un sinnúmero de sensaciones y percepciones porque eran demasiado débiles, debido a que la excitación psíquica asociada con ellas fue de grado muy bajo. Esto mismo sucede con muchas imágenes soñadas; se las olvidaran porque fueron demasiado débiles, mientras que se recordaran imágenes más fuertes próximas a ella.

Además, en la vigilia se suele olvidar fácilmente lo que ocurrió una sola vez, y retener mejor lo que pudo percibirse repetidas veces.

Ahora bien, la mayoría de las imágenes soñadas son vivencias únicas; esta característica contribuirá igualmente al olvido de todos los sueños. Más importante es una tercera razón del olvido. Para que sensaciones, representaciones, pensamientos, etc; alcancen una cierta magnitud de valor para la memoria, en necesario que no permanezcan aislados, sino que se presenten en conexiones y compañías del tipo adecuado. Si fragmentamos un breve verso en palabras y entremezclamos éstas, será muy difícil retenerlo. Bien ordenadas y en la secuencia que conviene, una palabra trae a la otra, y el todo, pleno de sentido, se fija fácilmente y por largo tiempo en el recuerdo. La retención de lo falto de sentido es en general tan difícil y rara en nosotros como la de lo confuso y desordenado. En la mayoría de los casos faltan en los sueños la comprensibilidad y el orden. Las composiciones de los sueños están desprovistas en si mismas de lo que posibilitaría su recordación y se las olvida porque casi siempre se desvanecen ya en los instantes que siguen.

En último lugar, como favorecedor del olvido de los sueños, debe mencionarse el hecho de que la mayoría de las personas no ponen interés en ellos.

El recuerdo de los sueños en general esta expuesto a una objeción susceptible de rebajar grandemente su valor ante la consideración critica. He aquí la duda: nuestro recuerdo que tanto descuida el sueño ¿no falsea lo que ha retenido?

Por otra parte, Freud Sigmund, continua comentando el olvido de los sueños, en función del trabajo que debe realizarse en el espacio de una psicoterapia entre paciente y profesional.

Mas de un autor nos ha hecho presente que en verdad no conocemos al sueño que pretendemos interpretar; mas correctamente: que no tenemos certidumbre alguna de conocerlo tal como fue en realidad.

Lo que recordamos del sueño y sobre lo cual ejercemos nuestras artes interpretativas esta en primer lugar mutilado por infidelidad de nuestra memoria, que parece sumamente incapaz de conservar al sueño y quizas ha perdido justamente el fragmento mas significativo de su contenido.

Y en efecto, muchas veces cuando queremos prestar atención a nuestros sueños, tenemos motivos para quejarnos de que soñamos mucho mas y por desagracia no sabemos sino esta único parte, y aun su recuerdo se nos antoja verdaderamente inseguro. En segundo lugar, empero, todo nos dice que nuestro recuerdo del sueño no es solo lagunoso, sino que lo refleja de manera infiel y falseada. Asi como, por una parte, puede ponerse en duda que lo soñado fuera en realidad tan incoherente y nebuloso como lo conservamos en la memoria, puede durarse tambien, por la otra, de que un sueño haya sido tan coherente como lo contamos, y de que en el intento de reproducirlo no hayamos llenado con material nuevo, escogido al acaso lagunas inexistentes o creadas por el olvido; en fin, de que no embellezcamos, redondeemos o rectifiquemos el sueño de modo tal que se vuelve imposible todo juicio sobre su contenido efectivo.

En toda psicoterapia psicoanalítica podrían documentarse ejemplos de que precisamente de que los rasgos más ínfimos del sueño son indispensables para la interpretación, y podría mostrarse como se demora la culminación de la tarea cuando se tarda en prestarle atención.

También el olvido de los sueños sigue careciendo de explicación mientras no se recurra al poder de la censura psíquica. La sensación de que una noche hemos soñado mucho y de eso retenemos muy poco puede tener en numerosos casos otro sentido: quizas toda la noche se sintió activo al trabajo del sueño y solo dejo tras si un sueño breve.

Por otra parte, es indudable que el sueño se va olvidando cada vez mas después de despertar. Y a menudo se lo olvida a pesar de los penosos empeños en retenerlos. Pero, a mi juicio, así como por lo general se sobre estima el alcance de este olvido, se sobreestiman también los prejuicios que trae para el conocimiento del sueño su carácter lagunoso. Todo lo que el olvido carcomió en el contenido del sueño ha menudo puede ser rescatado por el análisis; al menos en toda una serie de casos es posible, desde un sola parte ínfima que quedo en pie, con descubrir, no por cierto el sueño, sino los pensamientos del sueño.

 

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