13 mayo, 2024

Diferentes estudios realizados en la Argentina y países limítrofes muestran que en el rubro hay más posibilidades de morir por un ataque al miocardio que por un accidente laboral. Según estudios realizados, en la actualidad, los empleados que trabajan en la construcción tienen doble riesgo de obesidad en relación al resto de la población, entre otras enfermedades que afectan no solo a su salud sino también a su desarrollo y desempeño laboral.

El informe presentado por el INTA, instituto de nutrición y tecnología de los alimentos, indica que estas cifras tan alarmantes derivan no solo de malos hábitos sino también de la falta de compromiso por parte de los empleadores (constructoras, jefes de obra, etc.) y la falta de control por parte del estado. No hay motivos reales para creer que la falta de compromiso y sensibilidad empresarial no derive de intereses netamente económicos. La mayoría de los empleados no tienen un lugar físico donde poder comer en condiciones saludables, gran parte de ellos se sienta en el piso o utiliza tachos de pintura como silla e improvisan mesas con maderas que luego van a usar en su trabajo.  Esto es, en principio, una de las causas que impide que la gente pueda llevarse sus propias viandas desde la casa, ya que sería imposible por ejemplo comer una ensalada con cubiertos sin tener una mesa o lavar una fruta si no existe la presencia de cocinas con agua potable. Tanto es así, que entre las comidas más elegidas por estos hombres, predominan los sándwiches, embutidos y fiambres, como también gaseosas dulces que consumidas en exceso resultan perjudiciales para la salud. El estudio realizado muestra que al día consumen en general 325 g de pan y 422 ml de bebidas gaseosas. En cambio, comen solo 165 g de frutas y verduras al día, debajo del promedio nacional y muy lejos de los 400 g. que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Además, se debe tener en cuenta que no tienen un tiempo considerado para almorzar porque rápidamente deben reincorporarse a sus tareas, lo que hace que la digestión no se produzca de forma correcta y genere malestar en la persona. En muchas obras, los trabajadores no tienen acceso a agua potable (situación contraria a lo que dispone la ley) y si esto sucede en verano, las condiciones son más dramáticas aún. Una de las empresas analizadas para tal escrito informó que el último año perdió la vida de 5 empleados, de los cuales 4 sufrían afecciones cardíacas. La situación preocupa y es por eso que por en Chile ya se están realizando diferentes programas que incluyen planes de alimentación saludable tanto para los trabajadores como para el grupo familiar. De esta manera, no solo se trata de extender la vida laboral de la persona sino también de generar conciencia social desde aquellos que rodean a tales individuos. Siguiendo esta idea, podemos creer que las generaciones futuras van a tener comportamientos diferentes y, en consecuencia, van a evitarse estos males.

En síntesis, podemos concluir que modificar estos malos hábitos llevará tiempo y es un cambio cultural que debe involucrarnos a todos, así como también podemos pensar que los comedores y planes de alimentación deben formar parte de la responsabilidad social empresarial. Sería conveniente que a futuro exista una normativa legal que contemple dichos aspectos para disminuir no solo riesgos de accidentes laborales sino también la tasa de mortalidad en dichos casos.

Bibliografía de consulta:

https://www.theglobeandmail.com/life/health-and-fitness/health/leslie-beck-is-gluten-always-to-blame-for-digestive-distress/article35060987/

http://www.chilevivesano.cl/noticias/trabajadores-de-la-construccion-tienen-dos-veces-mas-riesgo-de-ser-obesos-que-la-poblacion

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