En el ámbito de la prevención de riesgos, en entornos de trabajos peligrosos y cambiantes, no basta con seguir órdenes para lograr la seguridad en el trabajo. Éstos requieren la toma de decisiones correctas por parte de los operarios. En un principio parece que lo bueno y lo malo es sencillo de ver, los oficios y las
máquinas responden a unas normas de utilidad específicas; si se cumplen o mejoran las expectativas, pensaremos que el resultado es bueno. No obstante, aparecen las personas, su libertad, su responsabilidad y con ellas, la ética (lo que está bien y lo que está mal). Los humanos podemos crear el futuro, optar por lo que creemos conveniente… acertar, y equivocarnos. Conviene por tanto fijarnos bien y adquirir un cierto conocimiento y experiencia, que mediante la reflexión nos permita tener más aciertos que errores. Esta reflexión bien pautada e integrada la llamamos comportamiento ético, esta es propia de la humanidad y se manifiesta cuando tratamos y somos tratados como personas. En cualquier ámbito de la vida, y también en las relaciones laborales, las acciones vienen motivadas por órdenes recibidas, por costumbres, por deseos o por decisiones racionales. Una decisión racional correcta implica poseer además, conocimientos suficientes para sustentarla.
Las órdenes, las prohibiciones, los premios y los castigos pueden ser necesarios en una primera fase de implantación de una estrategia encaminada a la prevención. Sin embargo la experiencia nos demuestra que por muchas prohibiciones y sanciones que se impongan, siempre se puede obrar en condiciones peligrosas, en contra de nosotros mismos.
Cuando un ser humano es útil, no hay nada más útil. En la prevención de riesgos laborales una vez que superemos la primera fase de implantación de normas de trabajo seguro, acompañadas de medios técnicos adecuados, y de profesionales cualificados y formados, le llegará el turno de protagonismo al humano, quien no es libre de no ser libre, ni puede escapar a la responsabilidad de sus propias decisiones, y la ética laboral tomará el relevo, como intento racional de vivir mejor como humanos en el trabajo; cada trabajador será responsable de su propia seguridad y de la de su equipo, y el empresario deberá asumir nuevas obligaciones éticas.
La responsabilidad de la seguridad e higiene obliga a ser honrado, cuidando que haya justicia y equidad entre empleador y trabajadores, manteniendo un respeto
que propenda a evitar abusos de ambas partes. En este caso es fundamental una buena tarea para evitar que las necesidades primen sobre la higiene y seguridad.
La necesidad del empleador de que las tareas se realicen en tiempo y forma. Y por supuesto la necesidad del trabajador de llevar su sueldo a casa, para alimentar a sus familia y satisfacer sus necesidades básicas.
Lo más importante de la ética es el respeto que merece cada persona, que implica conseguir que cada trabajador vuelva cada día a casa en buenas condiciones físicas y psicológicas.