24 abril, 2024

La caída y el auge de la planificación estratégica,

 por Henry Mintzberg

 

La planificación estratégica comenzó a aparecer en los años 60, la misma implicaba separar el pesar del hacer. Esta planificación no es un pensamiento estratégico, sino que se trata de la unificación de planificación y pensamiento, a partir de esa unión se elaboran estrategias donde se capturan y aprenden de todas las fuentes posible y se sintetizan todas las ideas. Hay que tener en cuenta que las estrategias más exitosas no son visiones, son planes, y funcionan cuando hay gente comprometida.

El pensamiento se basa en una síntesis, que implica intuición y creatividad.

La planificación se basa en un análisis, que se encarga de dividir metas o conjunto de intenciones en pasos. Representa un estilo de dirección calculador y no comprometedor, se dice que es calculador porque fija un destino y calcula que hacer para llegar hasta allí, y se dice no comprometedor porque participan diferentes personas que, según su aporte, pueden cambiar el rumbo de los planes.

Los planificadores justifican el fracaso de la planificación porque no reciben apoyo de la alta dirección, estos tienen una inclinación al análisis y cuenta con tiempo, a diferencia de los dirigentes que tienen presiones de tiempo, pero tienen mayor autoridad. Dentro de una organización de pueden diferenciar dos tipos de planificadores, primero están los planificadores de pensamiento analítico, que se encargan de poner orden en la organización, y en segundo lugar están los planificadores de pensamiento creativo, que son los que se encargan de conducir estudios más rápidos y sucios. Las organizaciones necesitan de ambos para crear un balance.

Se necesita de una programación estratégica por la coordinación que esta implica, es decir, saber que todos quieren llegar a lo mismo y se comprometen con esa planeación. Esta programación cuenta con 3 etapas, la codificación, que se encarga de aclarar y expresar estrategias, la elaboración, que rompe las estrategias en subestrategias y, por último, la conversión que considera los efectos de los cambios.

Muchos dirigentes no ven a la programación estratégica como la mejor opción, ya que prefieren dejar sus estrategias flexibles, para que se adapte al entorno y sus cambios.

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