Los seres humanos somos sociales por naturaleza, nos relacionamos en grupos y normalmente en todos los ámbitos existe una jerarquía, ya sea en la vida familiar, en el trabajo o en cada uno de los grupos de amigos que tengamos.
Hay líderes que podemos elegir (por afinidad, empatía y confianza), como es el caso del líder del grupo de amigos, y líderes que nos son impuestos, como es el caso de nuestro jefe en el trabajo. La influencia del líder es esencial porque de ello dependen el crecimiento, el desarrollo y la evolución del grupo.
Esto podemos observar de forma muy clara en el deporte. La figura que lo representa es el entrenador (líder formal, elegido por la organización o club) viéndose modulado por el capitán del equipo (líder informal, que surge por la interacción entre los miembros del equipo). Si un equipo de fútbol ha cambiado de entrenador, su influencia se puede observar claramente en la estrategia de juego realizado.
La presencia de este doble liderazgo conduce a dinámicas de relaciones y de poder, más delicadas que en cualquier otro tipo de grupo. Es necesario que los dos líderes cooperen entre sí sin obstaculizarse, de lo contrario, el naufragio de todo el equipo es el escenario más probable.
En los equipos deportivos el resultado grupal depende de los resultados individuales. Un equipo no representa una unión externa entre sus miembros, sino un organismo social único e irrepetible, que se distingue de los demás grupos deportivos.
Los retos del deporte moderno exigen en la actualidad la necesidad de formar equipos deportivos que se caractericen por:
? Relaciones interpersonales basadas en la ayuda mutua y la colaboración.
? Predominio de respeto, confianza y exigencias recíprocas entre sus integrantes.
? Sentido de pertenencia.
? Coincidencia entre los intereses individuales y los grupales.
? Unidad de ideas y orientaciones valorativas.
? Correspondencia plena entre las relaciones oficiales y las no oficiales