20 mayo, 2024

 


Las relaciones familiares surgen en principio, por una necesidad básica de comunicarse y conectarse.
Cuando dos personas deciden formar una familia, surge la necesidad fisiológica de traer hijos al mundo.
Cuando lo concretan tienen la obligación, de la que no todos son conscientes ni capaces de educar y formar a sus hijos.
Cada una de las familias emplea su manera de relacionarse entre padres e hijos.
Estas maneras establecen, cómo van a interactuar con sus semejantes a lo largo de su vida. Por lo tanto es importante que los padres lleven una buena comunicación entre sí y con sus hijos, esto se verá reflejado en el comportamiento de los hijos.
A pesar de que en oportunidades puede haber desacuerdos de opiniones, aún así debe prevalecer el respeto.
La familia genera hábitos, valores, normas y actitudes que tienen que ver con el contexto social y cultura en el que está ubicada.
El trabajo más arduo de los padres, es cuando los hijos comienzan a relacionarse con sus pares en el ámbito escolar. Es el momento cuando los niños tratan de “ encajar” pueden llegar a sentir que no son aceptados y comprendidos fácilmente, se encuentran con que tienen que generar una empatía para relacionarse. Es ahí donde los padres tienen que prestar mayor atención y guiarnos, para que no se sientan excluidos.
Luego en la adolescencia esta situación se invierte, los hijos sienten qué el lugar que era su refugio ya no lo es, sienten que su lugar de pertenencia es con sus pares, donde no encuentran críticas ni retos.
En la adultez, todo cambia, nuevamente se refugian en la familia, necesitan el Consejo y acompañamiento de sus padres para educar a sus hijos, recién ahí comprenden el valor de la contención que recibieron durante su crecimiento.

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