25 abril, 2024

Ya han pasado 30 años y aun Armando Gonzáles sigue sin olvidar cuando solo tenía siete años, era el año 1985, primer día de clases, con los nervios de punta, ya que sería conocer una nueva experiencia, y también un nuevo profesor. está claro que la mayoría de los niños de siete años son un poco inquietos. El nuevo profesor de Armando se llamaba Fernando Cerda, estaba a cargo de todas las clases del curso.

Al pasar los días, Fernando comienza a mostrar su verdadera personalidad, turbia y agresiva, él se molestaba por cualquier motivo y con bastante facilidad, si se trataba de un niño que fuese un poco inquieto, se exaltaba fácilmente y reaccionaba de forma violenta hacia el pequeño, en todo sentido, comenzaba con una humillación tanto física como psicológica, luego groserías y muchas veces terminaban en golpes. Claramente Armando aún recuerda la cara del profesor cuando reaccionaba de esa forma con ellos, su cara parecía transformarse como si tuviese placer y satisfacción enorme cuando abusaba de los niños.

Fuente obtenida de “80 casos para el estudio de la ética”.

Van pasando los años y la generación de alumnos también va cambiando al igual que la estructura social y educativa lo hace, no justificaremos y/o criticaremos si antes se enseñaba mejor o si es en la actualidad. Lo que sí se puede observar es la falta de vocación de este profesor a su profesión, que está basada en la enseñanza de niños que empiezan a conocer lo que es el estudio y que para ellos a la escasa edad de siete años ven todo como un juego, es parte de su oficio tener paciencia y saber entender que para ellos es un mundo nuevo lleno de información que todavía no conocían, que hay normas y reglas que se deben cumplir. Que mediante la enseñanza van a ir teniendo nuevos conocimientos y otras perspectivas de ver las cosas que la sociedad espera de ellos en un futuro

Lo que no se puede justificar es la falta de comprensión y paciencia hacia sus alumnos, notablemente se ve que disfrutaba más de la violencia que ejercía hacia ellos en vez de ganarse el respeto y cariño de los niños, la falta de vocación se puede ver en este caso, puede ser porque no era lo que esperaba de la carrera, quizás prefirió esta profesión por una seguridad y estabilidad laboral y no por la vocación a enseñar. Pero lo que si tendría que tener en claro es el respeto. El respeto hacia el otro tiene que ver con entender las diferencias que pueden aparecer y tratar de buscar la mejor solución para guiarlos hacia lo que ellos necesitaban y no recibir en esos casos un castigo de forma física o psicológica.

Muchas veces uno escucha decir que “les toco eso para su vida laboral”, es bastante contradictorio porque van en contra de sus propios principios, cuando hablamos de vocación  estamos hablando hacia la inclinación que sentimos hacia una profesión que nos atrapa para conocerla y poder expresar lo que significa para nosotros (en este caso la docencia) y transmitirla por medio de hechos y acciones, muchas veces se resigna a la vocación y elijen la seguridad laboral y económica, de esta manera es muy factible que no se sientan plenos con lo que hacen sino esclavos de su profesión.

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