Las personas no puede existir separada de la sociedad sin relacionarse. Como seres sociales, estamos forzados a vivir rodeados de personas, ser asistidos por ellas, y contribuir con nuestra parte para con el bien común. La evolución de la humanidad desde el grupo del hombre de las cavernas pasando por el feudalismo y hacia el capitalismo, refleja la evolución de nuestras interconexiones, nuestra interdependecia. Y de acuerdo a esos cambios, la manera en la que comerciamos e intercambiamos bienes y servicios también han evolucionado en reflejo del tiempo y sus características.
En tiempos prehistóricos, los humanos (homo sapiens) vivían en clanes. Luego vinieron los pueblos, luego las ciudades y luego los estados. Por decenas de miles de años, las personas trabajaron para proveerse a sí mismo, sus parientes, y la gente cercana a ellos. Pero al haber evolucionado el comercio internacional, las naciones desarrolladas comenzaron a conquistar a las que estaban en vías de desarrollo y a descubrir nuevos territorios. La revolución industrial impulsó la urbanización e hizo las conexiones interpersonales mucho más tensas.
Comercio e intercambio
Es así cómo la economía que conocemos hoy ha evolucionado. Esta economía es conducida por el egoísmo del hombre, quien se siente inclinado hacia el beneficio propio, aún a costa de otros. Una persona puede ser un granjero, otra un fabricante, y al conectarse, ambos se benefician. Es por esto que hemos construido todas nuestras conexiones a la par de nuestra naturaleza egoísta. En el pasado, esto involucraba el intercambio de productos sin el uso del dinero. Posteriormente aprendimos a usar monedas de metales preciosos, y luego papeles notariales, los cuales representaban el valor financiero de aquel que lo hizo.
Hoy, la mayoría de las transferencias monetarias en realidad son virtuales. La transferencia es hecha de una cuenta a otra a través de redes informáticas. La revolución de la tecnología de la información ha cambiado dramáticamente las relaciones humanas, y la virtualización de las relaciones encuentra su manifestación en los mercados financieros y monetarios también.
Responde a que la economía es un tipo de compromiso entre el ego de cada persona y la necesidad de conectarse para apoyarse el uno con el otro, a través de una suerte de consentimiento general. Claramente, la economía global tiene mucho que ver con juegos de poder y política, así como con consideraciones morales que no son tomadas en cuenta en el paradigma de la economía clásica.
Como resultado, la economía en relación al comercio no es una ciencia exacta. Trata con elementos contrastantes, y no está sujeta a las leyes físicas de la Naturaleza. En cambio, es nuestra propia creación. Expresa nuestras necesidades de supervivencia y nuestras relaciones. Esto tiene una importancia enorme porque en lugar de intentar forzar un paradigma anacrónico sobre nosotros, podríamos diseñar uno nuevo, plasmando el cambio en las relaciones humanas que existen en el mundo interconectado de hoy en día, en las relaciones de interdependencia y reciprocidad de los lazos comerciales, los cuales sólo se están afianzando.
La intervención de los gobiernos y los bancos centrales tenían como objetivo volver a equilibrar el mercado, y la imposibilidad de lograrlo sugiere que es tiempo de reemplazar el paradigma económico existente por completo. El nuevo paradigma debe elevarse un nivel y mostrar que el problema, y por lo tanto la solución también, están en el ámbito de las relaciones y conexiones humanas.
Sin embargo, no sólo la economía debe cambiar. Debido a que los sistemas económicos y financieros son reflejos de las relaciones humanas, la comunidad internacional entera es llamada a proveer soluciones que reacomoden el sistema de relaciones humanas. Cuando nuestras relaciones comiencen a cambiar hacia la conexión, la unidad, la cohesión social, el cuidado de los otros, y la garantía mutua, sabremos cómo modificar acordemente el paradigma económico.
Al mismo tiempo, no obstante, nuestras relaciones humanas todavía están basadas en valores individualistas. Son inherentemente egocéntricos y competitivos, y han cambiado muy poco en los últimos siglos. Naturalmente, puesto que la economía y el comercio refleja aquellas relaciones entre nosotros, también refleja esos valores.
Ante nosotros hay una gran brecha entre las leyes del mundo global-integral, y la naturaleza de las relaciones humanas y el comercio que deriva de ellas.
Las leyes del nuevo mundo nos incitan a conectarnos y cambiar los sistemas económicos, sociales y comerciales para estar basados en la consideración mutua, la cooperación, y la sinergia, en la distribución de recursos y conocimiento, en el consumo racional, la unificación de los mecanismos económicos, monetarios, y fiscales.
Debido a la importancia del dinero en nuestras vidas, la crisis está recibiendo mucha atención, y la dependencia económica entre países y bolsas de valores es clara y aceptada por todos. Aún, esa interdependencia también existe en otros sistemas, tales como la ecología, la educación, la ciencia, y otros. De hecho, todo sistema afectado por las relaciones humanas ahora está en crisis.
De algún modo, la crisis nos ofrece una oportunidad de examinar la naturaleza de nuestras relaciones y cambiarla para que encaje con lo requiere el mundo global y la interdependencia necesaria entre sus partes. Armonía y congruencia de este tipo creará indefectiblemente una economía diferente, optimista, equilibrada, y estable.
Gallo, Fani Yoana