25 noviembre, 2024

Aunque la pérdida auditiva es un proceso normal que se va dando con el paso del tiempo también puede darse de manera prematura por una exposición prolongada a ruidos fuertes o por alguna enfermedad

La vida moderna es ruidosa. Hoy en día resulta imposible escapar del infierno del tráfico, de los aviones, de los trenes, de las fábricas, de los taladros que desgarran el pavimento, etc. La intensidad y la constancia de estos ruidos son abrumadoras, lo que sin duda resulta preocupante por la pérdida de audición que deriva de este sometimiento constante.

Esto, además, no solo afecta a nuestra capacidad auditiva, sino también a nuestro comportamiento. Con tal cantidad de ruido el estrés, la hipertensión, la ansiedad y los sentimientos de desamparo son los más comunes. Debemos saber que el ruido es especialmente estresante cuando nos resulta imprevisible o incontrolable.

Somos capaces de percibir desde el sonido que produce la tecla de un piano hasta el zumbido de un pequeño mosquito. Captamos cómo las moléculas de aire chocan entre sí y las convertimos en sonidos. Estas vibraciones se transmiten a través del oído medio hasta la cóclea llena de líquido, creando movimientos en las células ciliadas, las cuales provocan estímulos nerviosos que llegan al cerebro.

La pérdida auditiva relacionada con daño en los conductos acústicos o los trastornos nerviosos pueden deberse a la exposición prolongada a ruidos fuertes y a enfermedades o trastornos asociados a la edad. En este sentido, cabe destacar que todos nosotros perdemos capacidad auditiva con los años. Así, el rango auditivo que percibimos medido en hercios (Hz) dependerá de la edad.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el oído humano pude tolerar 55 decibeles sin ningún daño a su salud. Y dependiendo del tiempo de exposición, ruidos mayores a los 60 decibeles pueden provocarnos malestares físicos. El dolor de cabeza es uno de ellos, además de taquicardias, agitación en la respiración y parpadeos acelerados. También los músculos se pueden poner tensos.

Pero si una persona se expone durante mucho tiempo a más de 85 decibeles puede incluso correr riesgos cardiovasculares. También es posible que se registren incrementos de los niveles de colesterol, triglicéridos y glucosa en la sangre.

La destrucción de las células ciliadas no tiene marcha atrás en los seres humanos aunque, según se ha descubierto, hay animales como los tiburones y los pájaros que sí regeneran sus células auditivas.

Así, los científicos han hallado ciertas formas de estimulación química que parecen regenerar estas células en cobayas y crías de rata, por lo que puede que algún día se consiga “engañar” a la cóclea humana para que regenere sus células. No obstante, hasta ahora la solución para restaurar la audición en las sorderas neurosensoriales es implantando una especie de oído biónico denominado implante coclear.

Para cuidar nuestra salud auditiva es aconsejable que tengamos en cuenta las siguientes recomendaciones:

– No poner aparatos sonoros al mismo tiempo y mantenerlos siempre a bajo volumen.

– No usar reproductores de música durante más de una hora y limitar el volumen a, como máximo, el 60% de su capacidad.

– Utilizar protección auditiva siempre que lo necesitemos.

– Cuidar nuestros oídos ante catarros, gripes o infecciones.

– Usar tapones y secar nuestros oídos tras baños en piscinas para limitar la humedad en el conducto auditivo.

– No introducir objetos en nuestros oídos, ni siquiera bastoncitos de algodón, pues pueden perforar la membrana o el tímpano.

– Revisar nuestra audición periódicamente como método de prevención.

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