El ébola y el dilema ético de usar drogas experimentales
Este martes el Comité de Ética de la Organización Mundial de la Salud, OMS, aprobó el uso de tratamientos experimentales en las víctimas del actual brote de ébola en África Occidental, sin tener certeza sobre la eficacia de los mismos, ni sus posibles efectos secundarios.
Previamente -y con aparente éxito- dos trabajadores estadounidenses infectados recibieron el medicamento ZMapp, que no había sido probado previamente en humanos. También le fue aplicado a un sacerdote español que luego falleció.
Que la droga fuese suministrada originalmente a solo tres personas blancas, mientras que la cifra de muertos seguía creciendo en los países africanos afectados por el brote, generó una gran controversia.
El diario The New York Times reveló que un médico líder en la lucha contra la enfermedad en Sierra Leona, Sheik Umar Khan, falleció a pesar de que podría haber recibido el fármaco.
Según el diario, sus colegas de la OMS y de Médicos Sin Fronteras (MSF) debatieron intensamente la situación y, al final, decidieron no tratarlo con el medicamento, temiendo que, de tener un efecto adverso, su uso terminaría aumentando las sospechas sobre los médicos occidentales en el país, una situación que ya estaba dificultando los esfuerzos para contener el brote.
«Es un poco político. Eso es lo que me parece a mí», señaló Alhajie Khan, hermano del doctor Khan. «¿Por qué no dárselo? El hombre que ayudó a toda esa gente».
Desconfianza histórica
Ciertamente la cuestión ética de la lucha contra el ébola se complica por el fondo histórico de países llenos de cicatrices por un pasado colonial que incluyó experimentos y tratamientos hechos con la población local sin su consentimiento.
Por otra parte, también la enfermedad ha generado un estigma particular entre víctimas y los trabajadores de salud.
El especialista en ética médica y abogado Daniel Sokol destaca en un artículo de la BBC que todos los brotes de ébola se han encontrado con resistencia y hostilidad de la población hacia los médicos occidentales.
Entre otros ejemplos, Sokol cita lo ocurrido en la epidemia en Uganda entre 2000/2001 cuando las posesiones de algunos sobrevivientes fueron quemadas y se extendió el rumor de que los blancos vendían los órganos de las víctimas.
«A los médicos occidentales se les veía con desconfianza y a veces se sospechaba que habían traído la enfermedad».
Igualmente, Sokol se refiere al brote del virus en 1995 en Kikwit, República Democrática del Congo. «El vínculo entre el hospital y quienes morían de ébola era tal que generó un rumor popular: que los doctores estaban asesinando a los trabajadores que habían contrabandeado diamantes de las minas cercanas».
Dosis escasas
Luego de darse a conocer la decisión del Comité de Ética de la OMS, el gobierno canadiense anunció que donará hasta 1.000 dosis de una vacuna experimental contra la enfermedad para ayudar a contener el brote.
A su vez, el fármaco ZMapp fue enviado gratis a Liberia, tras una solicitud hecha por ese país y con la polémica sobre su uso previo exclusivamente en trabajadores extranjeros.
Pero dosis de los sueros experimentales son muy limitadas y desarrollarlas tomará tiempo, así que de nuevo aparece el problema del destino de tratamientos que potencialmente podrían salvar vidas.
“No creo que pueda haber una distribución justa de algo que está disponible en una cantidad tan pequeña», reconoció en conferencia de prensa Marie-Paule Kieny, asistente de la directora general de la OMS.
Kieny destacó las circunstancias excepcionales de la decisión de utilizar los fármacos experimentales, siempre que se sigan criterios como «la transparencia sobre todos los aspectos del tratamiento, el consentimiento informado y con libertad de elección, el respeto de la confidencialidad, la preservación de la dignidad del afectado y la participación de la comunidad».
Más allá de la conclusión del Comité de Ética de la OMS, en la práctica la opción de probar los medicamentos para contener un brote que lleva más de 1.000 muertos todavía sigue rodeada de incógnitas.