Un ejemplo de lo que sucede en redes como Twitter o You Tube se presenta en el primer capítulo de la serie británica Black Mirror, llamado: The National Anthem (El Himno Nacional).
En su primera temporada la serie nos brinda en cada historia una demostración casi trágica del poder de la Web, los celulares y de la tecnología en general.
En este episodio un terrorista ha raptado a la princesa Susannah de Gran Bretaña. El delincuente ha subido un vídeo a YouTube donde ella, estando amarrada, lee los requerimientos para su libertad. Para sorpresa del gabinete el secuestrador no quiere dinero, ni liberar a un terrorista, ni que UK condone la deuda del Tercer Mundo. Lo que pretende es que Primer Ministro Michael Callow (Rory Kinnear), aparezca en vivo, en todas las cadenas de la televisión, ese mismo día a las 4 de la tarde, manteniendo una relación sexual con un cerdo.
Lo llamativo que antes de que el gobierno británico pueda bajarlo de la plataforma, el video se viralizó y en segundos fue visto por más de cincuenta mil personas. El número asciende rápidamente incrementando a cada minuto el sentimiento de presión que posee el protagonista a la hora de tomar una decisión sobre realizar o no, el acto semejante que le es ordenado. Lo que deja un claro mensaje de como, por un lado se utiliza este medio para cometer un acto de terrorismo y llama a que meditemos como las herramientas de hoy podrían un día ser usadas para fines macabros, y por otra parte, como la opinión publica hace mella en nuestras decisiones.
Además nos muestra de manera clara la capacidad de viralización que estas dos redes poseen. No sólo comunicándole la noticia a todo el país, sino también, volviéndolo un asunto internacional y superando todo tipo de fronteras. Notamos, como, incluso las personas con poder, son incapaces de establecer un control sobre una masa que se vuelve cada vez más grande y se comunica con gran velocidad.
SI lo llevamos a la realidad, y en menor escala, cuando publicamos o posteamos alguna foto o mensaje en una red social, automáticamente estamos esperando una devolución, un “Me gusta” o controlando cuantas veces se ha retwitteado nuestro mensaje. El nivel de ansiedad que esto produce en las personas se traslada a todos los ámbitos, es como que necesitamos respuestas automáticas en cualquier situación de la vida, en el trabajo, en el estudio, en cualquier ámbito en donde nuestros actos están supeditados a la opinión de otros. El desmesurado poder de repercusión con el que cuentan estas plataformas nos hace imposible controlar quien puede tener acceso a la información subida y quién no. Hoy en día son comunes los escraches, los chantajes, el ciber bulling, y todo tipo de extorsión tanto de índole monetaria como psicológica.
Volviendo a la serie, la trama muestra como en pocas horas se detiene el país en pos del video y de la decisión del ministro de acceder o no a la petición. El porcentaje de personas que en un comienzo lo ven como el delirio de un desubicado, es el mismo que con el correr del tiempo cambia su opinión radicalmente. El momento en el que se revela la noticia sobre el secuestro que involucra a la Princesa, y el Primer Ministro es notificado sobre la cuestión, automáticamente, entra en juego todo aquello relacionado con los valores. En este caso, el protagonista debe decidir entre realizar un acto de zoofilia frente a cámaras que transmitirán en vivo o, de caso contrario, dejar a la muchacha en manos del destino. Aquí se hace presente un debate entre el honor y la moralidad. Como ya es evidente, cualquiera de las dos opciones presentadas son completamente desfavorables para el Primer ministro, sin embargo y, a pesar de todo, este se ve obligado a tomar una decisión final y optar por aquello que lo dejaría “mejor parado ante la opinión pública”. Esto denota la influencia voraz de las redes sociales, capaces de inferir en la decisión de una figura pública e importante, logrando que, prácticamente, el asunto pase a estar en manos de millones de opiniones, en lugar de en las del estado, cómo, originalmente, debería haber sido.
La tecnología, las noticias en tiempo real, y la difusión masiva de vídeos virales nos ofrecen muchas ventajas pero en algún momento podrían volverse un enemigo o viceversa. Aquello que puede ser un arma masiva utilizada por personas inescrupulosas, será la que tal vez, nos permita una defensa ante ellos. EL rastreo de IPs, las fotos satelitales, los mapas en tiempo real están disponibles para cualquiera de los dos bandos, por así decir. Si bien en la serie a la que hacemos referencia, esta explicito quien surge ganador en la contienda, recordemos que Osama Bin Laden fue encontrado gracias a la fotografía satelital.
Otro punto importante que nos deja este episodio, es la dualidad de verdades, que tanto es cierto de lo que se muestra en las redes. En el final, el protagonista, un año después del acontecimiento, se deja ver ante las cámaras y ante el mundo de una forma, pero cuando vuelve a su pequeño mundo, la realidad puertas adentro es una muy distinta. La pantalla de “Bienestar” que muestran las redes, no siempre refleja la sensación de “Bienestar” de su protagonista. Si trasladamos lo sucedido en la ficción al universo cotidiano en el que vivimos, podríamos tomarlo como una proyección, como una muestra muchísimo más próxima a lo que es la vida de cualquiera de nosotros y cuan necesaria nos resulta la creación de una imagen fresca, impecable, limpia, para contar con la aprobación de personas, que en algunos casos, son solamente algo virtual.