23 noviembre, 2024

Según su definición los actos inseguros son las fallas, olvidos, errores u omisiones que hacen las personas al realizar un trabajo, tarea o actividad y que pudieran ponerlas en riesgo de sufrir un accidente. Un dato no menor es que los actos inseguros provocan el 96% de los accidentes laborales.

Pero ¿qué pasa cuando los actos inseguros no son accidentes menores como cortes superficiales, rasguños, o golpes pequeños por ejemplo?

Lo mejor es analizar estas problemáticas con un caso real:

El 30 de noviembre del año 2017 en Madrid (España), Carlos Díaz, un chofer de grúas que trabajaba en la remodelación del Tribunal de Cuentas se reincorporó a su trabajo luego de sus vacaciones. Lo último que recuerda del fin de ese día fue despertar en un hospital dos semanas después ya que una canaleta de 80 kilos cayó sobre él desde 35 metros de altura, partiéndole el casco y arrasando con parte de su cara.

“Esas canaletas no tenían que haber estado ahí. Tenían que haberlas retirado”, dice Díaz. Lo comenta ahora, pero también lo había dicho antes de su accidente. “Justamente, ese día fui hablar con el encargado porque quería comentarle varios temas sobre la seguridad en la obra. Con la justificación del tiempo, de las prisas, había cosas que no se estaban haciendo bien y quería darles caña con ese tema”, relata Díaz, que tiene más de dos décadas de experiencia en el sector.

A Carlos le han intervenido tres veces en la cara, y aún le queda alguna operación más. “He estado nueve meses, yendo al médico una media de seis veces a la semana”, recuerda, “ahora he empezado a recomponer mi vida”.

Después, en julio del consecutivo año, se llevó otra sorpresa: no le llegó la nómina. Cuando fue a preguntar, descubrió que le habían despedido. “Mi contrato era por obra y servicio y llevaba cinco meses en la empresa… Pensaba que no me podían despedir estando de baja, pero al parecer sí que pueden. Tragsatec me parecía una empresa seria, pero me equivoqué”. Lo denunció. “Lo del despido, el abogado no lo tiene tan claro que lo ganemos”, apunta. Sí que es probable que consiga una indemnización y el reconocimiento de una minusvalía. “Pero nadie me va a devolver mi ojo ni mi vida”.

Claramente las demandas que los empleadores puedan llegar a recibir por este tipo de accidentes son una buena motivación tanto legal como económica, pero teniendo en cuenta la conclusión de Carlos, ¿realmente se gana algo invirtiendo tiempo, dinero y esfuerzo en denunciarlos? Por supuesto que la motivación económica si el empleado gana el juicio pesa mucho en la balanza, pero quién repara los daños físicos y psicológicos sufridos, los momentos familiares perdidos, los días o tal vez meses internado postrado en una cama, los cumpleaños y festejos ausente por la rehabilitación.

En conclusión, todo indica que no alcanza con una recompensa legal y económica. No es suficiente justicia para el empleado solo unos cuantos pesos de recompensa, pero lamentablemente como sociedad nos toca solo aceptarlo. Nadie nunca va a exigir que no existan daños en cualquier trabajo, porque hasta incluso suceden en nuestra propia vida cotidiana, en nuestras casas, pero cuando se trata de un acto inseguro (que además en el caso de Carlos fue avisado a sus superiores) genera impotencia pensar que se va a tratar de un accidente más, un accidente que podría haberse evitado con responsabilidad.

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