28 marzo, 2024

Por años nuestro país se ha visto afectado por el mismo flagelo, el déficit fiscal. Esto quiere  decir que nuestras importaciones son mayores a las exportaciones, simplemente gastamos más de lo que tenemos.

La importancia de esto radica en que las exportaciones, son nuestras ventas, y solo a partir de ellas obtenemos el dinero en forma de divisas que nuestro país necesita para hacer frente a todas sus necesidades y a sus deudas. Cuando esta balanza esta invertida, tenemos que terminar recurriendo a la deuda externa como lo hemos hecho con el FMI, con las implicancias a nivel social y político que esto nos termina significando.

Si analizamos los datos del INDEC referido a la balanza comercial de los últimos 10 años veríamos que de manera alternada hemos tenido déficit comercial y superávit. En el 2018  hemos tenido un déficit anual, pese a ello, si analizamos los datos mensuales desde setiembre del año pasado hasta abril del presente año hemos tenido de manera consecutiva  superávit. Podríamos decir que son buenas noticias, pero observando el análisis realizado por el INDEC descubrimos que el superávit no se debe a un aumento de las exportaciones, sino que se debe al desplome de las importaciones; de hecho las exportaciones están estancadas.

Hay varios factores en el escenario de crisis actual que en teoría favorecen el desarrollo de las exportaciones  como ser el  alza en el tipo cambiario que representa un mayor redito para las empresas exportadoras, y su contrapunto que es la desvalorización de nuestro peso que también favorece por volverlas más competitivas a nivel internacional ya que con una moneda devaluada los costos de producción son más bajos,  visto esto desde el comercio internacional. Ahora si las condiciones son favorables, la pregunta es ¿por qué no crecen las exportaciones? muchos expertos han tratado de responder a esta pregunta. Es difícil dar una respuesta definitiva pero si podemos hacer algunas conjeturas.

El peso impositivo del que hace tanto tiempo se viene hablando se ha vuelto más pesado en la  actualidad y no hay esperanzas de una política que lo aliviane. En todas las campañas políticas oímos que esto va a cambiar pero nunca nadie que haya subido al poder dio marcha atrás con estas medidas. Los impuestos que debe pagar una empresa en la importación de una mercadería para ser utilizada en la elaboración de su propio producto, prácticamente equivalen al valor del mismo producto. Es como comprarlo por dos. A esto debemos agregarle el incremento en las tasas de servicios de luz, gas y combustibles que asfixian a las pymes, de hecho muchas de ellas han tenido que cerrar o han tenido que despedir a sus trabajadores por no poder hacer frente a estos factores. Vale recordar que las pymes son el motor de nuestro país, ellas constituyen el 98% y son las principales perjudicadas, porque no tienen la capacidad de las grandes empresas para sortear las políticas macroeconómicas de los gobiernos. 

Las tasas  de interés impuestas, están pensadas para que los ahorristas se vean seducidos por ellas y elijan colocar su dinero en depósitos y que no recurran a la compra del dólar para lograr la estabilidad cambiaria. Pero no se ha pensado en su repercusión al comercio. Las empresas elijen no pedir préstamos restringiendo sus oportunidades de ser más competitivas para mejorar su productividad. Es una oportunidad menos para ellas.

Un último punto a analizar es el tipo de  productos que exportamos. Estos son esencialmente commodities, que se caracterizan por tener un bajo o nulo porcentaje de valor agregado, para la venta de los mismos se recurre a los precios internacionales, en donde venderá aquel que ofrezca un mejor oferta, pero al momento de importar ingresamos aquellos que tienen un alto valor agregado cuyos precios son mucho más independientes. Es decir que vendemos barato y compramos caro. Es una gran deuda para nosotros dedicarnos a una producción más elaborada que nos sea realmente redituable. Determinaron los tiempos en que éramos el granero del mundo, el campo ya no puede ser por sí mismo la salvación de nuestras cuentas en rojo.

En fin, no queda más que continuar esperando a que las condiciones mejoren y a que se decida a establecer políticas integrales, coordinadas, sostenibles en el tiempo y pensadas para resolver a la estructura en su conjunto y que no surjan de la improvisación.

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