Malta está compuesto por las islas habitadas de Malta, Gozo y Comino, además de contar con islas de menor tamaño entre las que se destacan los islotes de Filfla y de Cominotto. Su capital es La Valletta, el nombre se puso en honor de Pean Parísot de la Valletta, Gran Maestro de la Orden de los Caballeros de San Juan, que fue el que hizo reconstruir la ciudad una vez consiguieron expulsar a los turcos a mediados del siglo XVI.
Debido a si ubicación estratégica ha sido gobernado y disputado por distintas potencias con el transcurso de los siglos. Desde 1964 es independiente y en 2004 se adhirió a la unión europea, por lo que su moneda es el euro.
El clima es templado, con inviernos lluviosos, pero poco marcados y veranos secos y cálidos.
Malta tiene un idioma autóctono específico, el maltés. Es una lengua semítica (perteneciente a las lenguas afroasiáticas) que, debido a la influencia cultural que ha recibido a lo largo de su historia de Inglaterra e Italia, tiene muchas palabras tomadas de los idiomas de estos dos países. De todas formas, el inglés es otra de las lenguas oficiales y, a excepción de los residentes en poblados muy alejados de las ciudades, casi todos los malteses lo hablan fluido, si tenemos en cuenta que la isla perteneció a la colonia inglesa durante mucho tiempo, este detalle no resulta nada sorprendente.
Es una nación conocida por sus sitios históricos, fortalezas, templos megalíticos y uno de sus mayores atractivos, el Hipogeo de Hal Safleni, un complejo subterráneo de salones y cámaras funerarias que fue excavado entorno al 2500 a.C., fue declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1980, y es tan impresionante que por cuestiones de conservación solo pueden entrar 80 personas al día, por lo que se realizan reservas para visitarlo con uno a tres meses de antelación, dependiendo la época.
Definitivamente, Malta tiene una combinación perfecta de playas paradisíacas e historia que lo convierten en un destino irresistible.