26 abril, 2024

Desglosando la historia de la radio en Argentina debemos ver  que fue transformándose. Podemos decir que creó diferentes espacios con el fin de cubrir los requerimientos de la cultura, las tradiciones y el acontecer social. Aquellos que participaban del primer programa, el 27 de agosto de 1920, estaban el tanto: hacían historia con la primera radiodifusión de América Latina.

También tuvimos las primeras transmisiones con frecuencia estable de este segmento de continente. Las temáticas fueron incorporándose lentamente, la música clásica en 1921 era cotidiana. Las  situaciones basadas en hechos de prominencia primero; como el boxeo en 1923 o más tarde el futbol en 1924. Todos estos acontecimientos sucedían al cabe de la compleja situación político-económica para el país y el mundo. No olvidemos que la primera guerra mundial había terminado en 1919, que la Argentina parecía eufórica  luego del porvenir que le trajo el conflicto bélico. El petróleo empezó a mover los trenes para llevar sobre sí los cereales y minerales que se exportarían; al mismo tiempo las industrias parecían florecer.

Las noticias cotidianas se introdujeron con rapidez,  más adelante el radioteatro también se unió; es decir, creció el rol de entretenimiento y el cultural conjunto a la función informativa. Nuevas emisoras se sumaron a esta actividad moderna. Con el beneficio de la tecnología lograban llegar a más y más oyentes: los parlantes se incorporan con eficiencia a este medio. Estos altavoces se anexaban a los aparatos, de forma que contrastaba con los audífonos que hasta entonces eran necesarios. Los equipos que recibían la señal ocuparon dentro de los hogares  argentinos un lugar importante; puede compararse con el que luego ocupó el televisor; Incluso podían tener un tamaño considerablemente grande. Para fines de la década las radios y frecuencias tuvieron que ser reglamentadas.

Las familias reunidas en el living al rededor de la radio, para escuchar lo que emitieran, amuchados como si la radio, lo que emana de los transistores, fuera una fuente de calor, de sabiduría, materia de asombro. Es una postal pintoresca e ingenua que se rompe cuando el 6 de septiembre de 1930 la Década Infame comienza vertiginosa. Numerosos cambios surgen en la escena política del país. Tras un golpe de estado cívico-militar es de suponer  que el valor de la información crece y para ese entonces eran la radiodifusión y la prensa gráfica las que podían mantener informadas –o distraídas- a las personas. La actualidad, lo que está pasando en lugares donde el “yo” no puede ver, eso es lo que buscaba el público. Las emisoras siguieron aumentando, Radio El Mundo contaba en 1935 con siete estudios y dos auditorios.  Las transmisiones en cadena  eran un hecho. Existían incluso revistas especializadas.

El deporte ya había consolidado su audiencia, llegaba la hora de los programas de humor y lentamente los policiales. A través de la mezcla prolija de diferentes temas y actividades el público pudo elegir entre la variedad de propuestas (segmentado por edades, sexo, clase social). Mientras tanto la Radio del Estado emplazada en el Palacio de Correos y Telégrafos inició sus funciones. La “escuela de aire” que contaba con contenidos  culturales podía ser emitida en los establecimientos públicos.

Para entender la actividad radiofónica del país en las décadas de 1920 y 1930 es necesario entender que la forma dinámica con la que fue avanzando se debió al contexto de la época. Ganó un espacio en el cual se pudo autodefinir para luego poder adecuarse al acontecer. No es casual que los deportes, el humor, la música clásica y las noticias converjan en distintos canales dentro del mismo medio. En si el contenido es dictado por el que transmite, pero lleva subyugada la intención de ser aceptado con interés desde el otro lado. Esta fue la dinámica que la radio pudo dominar, involuntariamente o adrede. La gran aceptación envuelta en lo novedoso del medio le brindo todas aquellas etapas de crecimiento de forma rápida. Concluyendo podemos afirmar que los diversos espacios buscan complementar la actividad cultural de la persona que escucha; en función a esto permanece adaptándose a las circunstancias, puede distinguirse como el rasgo más fuerte que le permitió hasta hoy mantener su vigencia.

Por Guadalupe D. Mendive Serrano

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