24 diciembre, 2024

El abandono del patrón oro en la década de 1930, como consecuencia de la depresión y de las turbulencias financieras de aquellos años, mostró los problemas que a la economía internacional plantea no tener un sistema monetario estable, que contribuya al desarrollo del comercio y de los flujos de inversión entre países.

Por ello, en el año 1944, antes de terminar la Segunda Guerra Mundial se celebró en la localidad norteamericana de Bretton Woods una conferencia en la que los representantes de 44 naciones establecieron las reglas de un nuevo sistema monetario internacional. El nuevo modelo no resucitó el antiguo patrón oro. Pero respetó algunas de sus características, en especial el establecimiento de tipos de cambio fijo entre las monedas de los países miembros del sistema. Es cierto que estos tipos fijos eran «ajustables», es decir, que se permitía, en determinadas circunstancias, que las divisas se revaluaran o devaluaran frente a la principal moneda de reserva, el dólar norteamericano, que, a su vez, tenía un cambio oro fijo.

Pero la idea era que, salvo en casos excepcionales, los países miembros ajustaran sus políticas económicas al mantenimiento del tipo de cambio de sus monedas. Este sistema duró algo más de veinticinco años; y su crisis final tuvo su origen en la política monetaria poco responsable que se aplicó en Estados Unidos a lo largo de la segunda mitad de la década de 1960. En aquellos años, el Gobierno norteamericano incrementó de forma muy notable sus gastos. Por una parte, necesitaba conseguir fondos para desarrollar nuevos programas sociales; por otra, y más importante aún, tenía que financiar una guerra larga y costosa en Vietnam.

La estrategia ortodoxa habría exigido elevar los impuestos y que los ciudadanos pagaran los elevados gastos militares reduciendo su consumo. Pero la guerra era muy impopular y el Gobierno prefirió financiarla emitiendo deuda v nuevo dinero. El resultado fue el esperable: inflación, déficit de balanza de pagos y huida del dólar por parte de muchos inversores, que pasaron a utilizar en mayor grado monedas como el marco alemán y el yen japonés. En estas condiciones, mantener la convertibilidad y la paridad oro del dólar se convirtió en algo imposible. Y entre 1971 y 1973 el dólar dejó de ser la moneda de reserva y se devaluó frente al oro y a otras monedas. El sistema diseñado en Bretton Woods había muerto. A partir de aquel momento, la economía internacional se basó en un sistema de cambios flexibles, en el que aún nos encontramos.

Quienes tenemos ya algunos años recordamos los debates que tuvieron lugar la década de 1970. Muchos economistas pensaban entonces que los tipos de cambios flexibles nunca podrían funcionar bien y que la flotación de las divisas sería puramente temporal; de modo que, cuando los desequilibrios financieros se arreglaran, se volvería aun modeEl Gobierno estadounidense financió la guerra de Vietnam emitiendo deuda y dinero. lo de cambios fijos. Se equivocaron. Han transcurrido ya más de cuarenta años desde el abandono de los principios de Bretton Woods y las cosas han ido razonablemente bien con la libre flotación de las principales divisas. El patrón oro tenía, sin duda, muchas ventajas.

Pero la flotación libre ha demostrado ser una solución mejor que un modelo de cambios fijos, en el que la posibilidad de que existieran políticas económicas divergentes en diversos países y los tipos pudieran reajustarse daba origen a situaciones muy inestables. El caso europeo tiene sus características particulares: pero de él hablaremos en otro artículo.

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