El éxtasis, nacido a comienzos del siglo XX y popularizado social-mente en el Reino Unido a partir de fines de la década del 70, es una de las pocas drogas denominadas «empatógenas» (o entactógenas), las cuales radican la mayor parte de su efecto en la empatía entre las personas. Para quienes la consumen, sus efectos son compartidos con el otro y resultan demasiado placenteros como para tener en cuenta en el momento los peligros a los que se someten. Inmediatamente después de ser ingerida, el éxtasis incrementa el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y la temperatura del cuerpo. Produce una sensación de energía y seguridad (similar a la de las anfetaminas). Suprime el apetito y genera un estado constante de empatía y buenos sentimientos hacia todos los que lo rodean. El peligro de una sobredosis es inminente. Los primeros síntomas de riesgo pueden ser temblores en los dientes y nerviosismo extremo. Su uso junto a grandes niveles de actividad física (como podría ser bailar) en ambientes muy calurosos puede conducir a la muerte, a raíz de una subida desproporcionada de la temperatura, un cuadro grave de hipertensión o fallos en los riñones. Por qué atrae a los jóvenes Si un joven acude a una fiesta, un objetivo claro suele ser divertirse hasta más no poder y lograr buen clima con los otros participantes de la fiesta. Por eso, el éxtasis aparenta ser, en muchas ocasiones, el pasaje ideal hacia ese estado de plenitud y algarabía. Si bien en la mayoría de las discotecas en el mundo, las pastillas que se distribuyen no son «puras», la principal droga del éxtasis es el MDMA. Habitualmente se toma en pastillas de colores (las hay hasta con formas y dibujos) y su consumo produce un efecto que permanecerá al menos por unas 4 a 6 horas. Una dosis promedio de 100 miligramos es absorbida rápidamente por el tracto gastrointestinal. Por lo tanto, el pico del efecto no tarda más de una hora en aparecer. Según los consumidores habituales, los síntomas principales son la apertura social, la empatía con el otro, la desaparición del miedo, una baja de guardia y la anulación de la agresión o la ira. A medida que sube la presión sanguínea y el ritmo cardíaco, los bronquiolos se dilatan, al igual que las pupilas. Para la mayoría de los especialistas, el éxtasis cuenta con una particularidad respecto a otras drogas desinhibidoras como la cocaína: generalmente su uso no es repetido durante el día y se reduce a momentos muy específicos, como una fiesta. El sentimiento de seguridad, falta de miedo y placer constante se explica en el incremento de los niveles de la serotonina en el cerebro, lo cual calma la ira y el enojo. Es por eso que la mezcla de esta droga con algunos antidepresivos, como el Prozac (que actúa como inhibidor de esa sustancia), puede acarrear hasta consecuencias mortales para una persona.
Qué le sucede al cuerpo Simplemente tomar dos pastillas de éxtasis en una misma noche puede llegar a conducir a un cuadro de sobredosis. Sus efectos son los típicos de un exceso de liberación de serotonina. En general, se evidencia una sobre estimulación del sistema nervioso simpático. Además, el hambre se borra y aparecen los síntomas claros de la deshidratación. Cuando una persona baila sin parar durante un largo período, la falta de agua en el cuerpo empieza a alterar el funcionamiento normal del organismo. Como si fuera poco, algunos mecanismos de prevención de los consumidores contra la deshidratación dinamitan aún más el escenario. Ante un inminente consumo de éxtasis, muchas personas toman muchísima agua con el fin de evitar la deshidratación y la hipertermia. El problema es que la ingesta excesiva de líquido en un corto tiempo termina por diluir el sodio de la sangre y generar un cuadro de hiponatremia, lo que puede producir convulsiones, vómitos y, en el caso más extremo, un edema cerebral. Según demostraron varios estudios, las mujeres son más propensas que los hombres a presentar un cuadro semejante. En el aspecto psicológico, el síntoma más común que sufren los consumidores de éxtasis es el profundo bajón emocional los días posteriores a su uso. Esta fatiga conduce a cambios radicales del humor y, según los casos, puede conducir a un cuadro de depresión clínica. Para los casos de consumidores habituales, se suelen presentar casos de ira, accesos de violencia e irritabilidad. Sin embargo, estudios demostraron que estos cuadros se esfuman con el abandono del uso del éxtasis. Respecto a posibles daños cerebrales permanentes, los especialistas tampoco pudieron definir un patrón unificado claro. Por el momento, la corriente más firme indica que aquellos consumidores abusivos del éxtasis (con más de media pastilla por fiesta y un consumo durante un largo período de su vida) pueden encaminarse hacia un déficit de producción de serotonina en su cuerpo, debido a un daño de las terminaciones nerviosas de los receptores del cuerpo. Los síntomas ante ese problema radican en una ansiedad crónica, problemas de memoria y altos niveles de hostilidad.