26 abril, 2024

 

A partir de la década del 60, Uruguay inició un proceso comercial, por cierto muy progresivo, a partir de su participación en la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, hoy Asociación Latinoamericana de Integración, donde logró suscribir acuerdos selectivos con Argentina y Brasil.

Más allá de sus esfuerzos, y en un contexto bien distinto al de las décadas anteriores, en 1991 Uruguay tomó la decisión de mayor importancia en términos comerciales, ingresar al Mercosur. Este proceso de integración generó en su momento profundas expectativas y aún, en sus logros y fracasos, sigue marcando la política de inserción de Uruguay.

Luego de un estratégico acercamiento bilateral entre Argentina y Brasil a principios de la década de los ochenta, Uruguay acompañó las negociaciones que culminaron con la firma del Tratado de Asunción y la consiguiente conformación del Mercosur.

La decisión de ingresar al Mercosur marcó la estrategia de inserción exterior del país, ya que desde el momento en que se decidió establecer una unión aduanera con los socios del bloque se cedió soberanía en la política comercial, al menos en términos teóricos. Esto imposibilitaba principalmente la firma de acuerdos comerciales de forma bilateral, ya que en caso contrario se afectaría el arancel externo común, principal componente, si bien no el único, de una unión aduanera.

No obstante lo anterior, Uruguay visualizaba en la década de los noventa a otro Mercosur que el que se conoce en el presente. Inicialmente se trataba de un acuerdo de base económica y comercial, que buscaba iniciar un proceso progresivo y profundo de la economía nacional, principalmente a través de una baja de los aranceles y una expansión del mercado interno, lo que aumentaría el nivel de competitividad de algunos sectores productivos para una mayor inserción internacional.

Si bien alcanzaron avances concretos como la disminución arancelaria, el aumento del comercio intrarregional, la creación de un desarrollo institucional y normativo adecuado y la suscripción de acuerdos con otros países de la región como Chile y Bolivia, los embates económicos por los desequilibrios generados desde la crisis asiática en adelante culminaron con la de valuación del real brasileño de 1999 y la crisis económica e institucional de Argentina del año 2001.

En los hechos, desde el año 1999 en adelante, las dos potencias industriales del Mercosur (Brasil y Argentina) comenzaron a solicitar excepciones al arancel externo común, impulsando incluso el alza de la tarifa en algunos sectores productivos nacionales que se estaban viendo afectados por la competencia internacional e implementando un importante número de medidas proteccionistas que afectarían no solo a las importaciones de los países extra zona, sino también a las corrientes de comercio entre los socios.
Si bien luego de superada la crisis regional los países se vieron favorecidos por el buen desempeño de la economía mundial, especialmente por la favorable evolución de los precios internacionales a impulso de la demanda china, lo que repercutió en robustos crecimientos del producto interno bruto del Mercosur con sus consabidos efectos en el comercio intrarregional, las políticas proteccionistas no dejaron de existir y el número de excepciones no solo se mantuvieron, sino que por momentos se vieron potenciadas.
Los retos para Uruguay respecto al Mercosur son de una importancia estratégica de la talla de los existentes en momentos en que Uruguay tomó la decisión de integrarse al bloque. El desafío principal parece estar centrado en plantearle a Mercosur una renovación de sus metas sobre la base del sinceramiento de sus socios que permita la introducción de flexibilidades y redefiniciones al menos en la política de inserción externa de los miembros, lo que llevaría a aumentar el margen de maniobra en las negociaciones internacionales.
 
Una vez al obtener éxito, se podría avanzar en la negociación en curso con la Unión Europea (UE), donde Brasil ya muestra algunos cambios respecto a su posición inicial de negociar de forma conjunta, especialmente por las diferencias con Argentina en la confección de la oferta del bloque. Alcanzar un acuerdo con el bloque europeo daría un impulso a la agenda interna y externa del Mercosur, elevando sus estándares comerciales e impulsando las postergadas reformas internas para enfrentar las nuevas dinámicas globales. Asimismo, el posible cierre de las negociaciones con la UE acrecentaría el interés de EE.UU. en la región, favoreciendo la profundización de las relaciones comerciales con la primera potencia mundial.
Para un país con una marcada especialización en el sector agroindustrial y en los servicios los beneficios esperados por el cierre de un acuerdo con los dos actores mencionados, así como por la posible conclusión de la Ronda Doha de la OMC, serían de suma importancia para Uruguay.
 

Recuperar la soberanía para negociar acuerdos comerciales permitiría a Uruguay avanzar en la negociación externa con las economías asiáticas, donde existen oportunidades comerciales en sectores en los cuales el país posee elevados niveles de competitividad internacional. En este sentido, sería recomendable explorar la posibilidad de avanzar en la firma de acuerdos comerciales con algunas de las economías de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático o con otras potencias como Japón, República de Corea, India o incluso China, si bien en este último caso aún pueden generarse impacto de consideración en la industria local.

Para afrontar dichos desafíos, Uruguay debe contar con una clara estrategia de inserción internacional, indispensablemente consensuada al interior del país…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *