27 abril, 2024

«Viajar primero te deja sin palabras y luego te convierte en narrador»

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Hoy quisiera contarles una grata experiencia.  Cómo se vive en uno de los países más conocidos y desarrollados del mundo, donde la cultura dice presente a lo largo y a lo ancho de su territorio. Durante 15 días fue un continuo descubrir.
No hace falta dar su nombre, cada uno ya se dará cuenta a qué país me refiero.
Los invito a seguir leyendo y juntos disfrutar este recorrido.

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El viaje comenzó al subir al avión pero la sorpresa fue cuando llegue a destino: una ciudad con mucha tecnología.  La emoción me invadía al pensar que estaba tan lejos de mi casa en otro país y en otro continente.  Sólo me tranquilizaba la idea que estaba de vacaciones.

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Lo primero que atiné a hacer fue dirigirme al lugar donde reserve las 3 noches iniciales de alojamiento. Nada de lujos, simplemente comodidades necesarias para un viajero.  Una cama para dormir en una habitación a compartir con otros turistas.
Una vez instalado, salí a caminar por las calles de aquella ciudad para ubicarme un poco en el «quartieri» . Era de noche y no se veía la vida nocturna que conocemos en Buenos Aires pero algunos bares y casas de comida aun estaban abiertos, así que aproveché para comer en un resto indù que me llamó la atención y luego volví a mi hostel para dormir y recargar fuerzas para lo que se venía.

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El segundo día fue de mucha e intensa caminata. Me di cuenta que una gran parte de la población está compuesta por mano de obra extranjera; más precisamente indúes. Los chinos y coreanos también tienen su espacio, pero en los comercios, y en tercer lugar los africanos de diferentes países.

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Los romanos no son tan amables con los turistas como creemos. A pesar de que todos los caminos conducen a Roma, si estas perdido más vale preguntarle a alguien en cualquier idioma como llegar a destino porque si no lo haces puedes aparecer en otro punto de la ciudad en un abrir y cerrar de ojos.  El transporte anda rápido y es muy efectivo.

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Eran las tres de la tarde del primer día y tenía que ir al baño.  Aquí comenzaron mis problemas y es donde me llevé la primera decepción: los baños son pagos, los servicios son un negocio como cualquier otro. Cada vez que uno tiene que hacer sus necesidades hay que buscar uno y cuando lo encuentres meter una monedita de 1 € en una maquinita, algunas son del tipo molinete de nuestro subte e inmediatamente se te abre una puerta blindada permitiéndote ingresar.   !Más te vale tener una moneda a mano en ese momento, de lo contrario las consecuencias podrían ser desastrosas!

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Luego de un par de días, recorriendo un poco este bello país llegó el momento de probar la famosa pizza italiana. Nuevamente me llevé otra decepción, la segunda: la pizza italiana no es más que un panqueque doblado a la mitad con un poco de quesadilla en el medio. A primera vista parece grande (igual que la nuestra) pero después te das cuenta que para comerla hay que doblarla a la mitad para poder agarrarla con la mano porque la masa es tan fina que da pena cortarla con un cuchillo. Aun así es rica.

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Los días pasaban y cada vez me sentía más contento de estar recorriendo aquel país que es el sueño de mucha gente.  A medida que me acercaba más al sur, en los trenes se podía escuchar la típica música italiana que a menudo nos ofrecen en las películas de  Hollywood.  Los tanos contagian su hermoso acento y su manera de expresarse aunque siempre demostrando su leve indiferencia hacía nosotros: los turistas.  Hasta ese momento había recorrido Roma, Scavi di Pompei, Positano, Amalfi, Sorrento y la Isola di Capri.
Mi próxima parada Matera «un piccolo paese» , un pequeño pueblito en la región de Basilicata, al sur de Italia.  Al llegar había que probar su típico «gelato» (que por cierto es riquísimo) y luego de un interesante diálogo en itapañol pude despedirme de la vendedora con un «buona serata», antes de ir a descansar.

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Quedaban los últimos 3 días, aun faltaba lo más lindo de este viaje: conocer ESA CIUDAD que aparece en muchas películas, donde «il vaporetto»  cumple el rol de nuestros colectivos… ¡Sí, me refiero a Venecia!  Cuando llegué eran las 22.30.  Ya era tarde para salir a caminar pero aun se podía ir a comer algo. Y acá fue donde me llevé mi tercera decepción: me senté en un resto, le pedí al dueño que me traiga una cerveza bien fría pero en vez de eso me trajo una «birra» bien natural. Y sí, sólo en Argentina tomamos cerveza tan helada. En el resto del mundo es natural tomarla natural, valga el juego de palabras.
Volviendo a Venecia, tenía que ir a la Piazza San Marcos y para eso había que atravesar toda la ciudad (obviamente caminando). Las callecitas son muy angostas. Tan angostas que podes tocar las paredes opuestas con las dos manos sin extenderlas demasiado (no apto para claustrofóbicos). Y por supuesto no podían faltar las calles inundadas de agua y sus puentes debajo de los cuales cada tanto pasaban las góndolas y sus eternos «gondolieri».

Venecia es para perderse y no volver a encontrarse con uno mismo y eso fue lo que me pasó – me perdí en el medio de la ciudad.
En un momento escuché «o sole mio…!!!», acompañado de un acordeón. Y cuando me di vuelta estaba frente al Gran Canal viendo como pasaba una de esas típicas gondolas de paseo a paso de hombre con la gente adentro escuchando aquella canción.

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El tiempo pasaba y así llegué mi último destino: Cinque Terre – cinco tierras en español. Son cinco pueblitos de una belleza indescriptible. Todavía era temprano así que decidí tomarme un capuchino en una de las estaciones del ferrocarril. Esta fue mi peor decepción: el capuchino lo sirven en una tacita que parece de juguete para niños, y por alguna razón es tibio. ¿Qué sentido tiene tomar un capuchino tibio?

Luego de recorrer el lugar y quedar impactado por uno de esos cinco paraísos que se llama Vernazza logré llegar a lo mas alto del pueblo desde donde se lo puede ver en su totalidad.

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Así concluyó mí primer viaje. Solo resta preguntarme ¿cuándo regresaré?

Si viajar no es una hermosura entonces que alguien explique ¿qué lo es?

 

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