23 noviembre, 2024
  1. En 1857, la crisis económica conmueve las estructuras del capitalismo europeo. En la correspondencia cruzada entre Friedrich Engels y Karl Marx proliferan las menciones optimistas a la revolución que se avecina. «Llegó nuestro momento», afirma el primero, tal vez mientras se prepara a participar en su deporte favorito, la caza del zorro. Sólo que, entre tanto, Marx necesitaba para sobrevivir los envíos de dinero de su amigo y éste encontraba dificultades para atender la petición debido a la crisis que tanto les alegraba a ambos.
La anécdota puede servir para ilustrar la contradicción principal que subyace a la historia del marxismo. Un análisis de pretensión científica denuncia la opresión capitalista, estudia sus mecanismos y plantea finalmente la exigencia de una revolución social que gracias al protagonismo de la clase universal, el proletariado, alcance lo que ahora se llama el fin de la Historia, la emancipación de la humanidad. Sin embargo, a pesar de su formidable expansión, la revolución comunista inspirada en Marx, en sus distintas variantes, no ha conseguido llegar al reino de la libertad, todo lo contrario, y con la generalización de la servidumbre desembocó a fin de cuentas en la ineficacia económica.

Más allá de los errores de su pensamiento económico, como la profecía de la pauperización, es en la exigencia de asentar la crítica de una sociedad sobre el análisis de las relaciones económicas donde reside la principal aportación de Marx, y lo que le separa de tantos marxistas «vulgares». Si aspira a cumplir sus propósitos, el socialismo crítico-utópico debe convertirse en socialismo científico. La grandeza de la teoría de Marx reside en el reconocimiento de que además esa lógica interna del capitalismo, susceptible de ser analizada, es de carácter histórico, de manera que su funcionamiento crea las condiciones para su superación.

Es el argumento de una de sus obras más célebres, el Manifiesto del partido comunista: el triunfo absoluto de la sociedad burguesa lleva en línea directa a su transformación por medio de una revolución socialista.

A partir de 1931, el redescubrimiento de los escritos filosóficos del joven Marx, correspondientes al período 1841-1845, vino a subrayar la importancia del legado hegeliano en la formación del pensador y, de paso, una veta para desarrollar la crítica del capitalismo desde un enfoque novedoso, la teoría de la alienación, que encaja a la perfección con el auge de la psicología social en el siglo XX y con la aproximación del cristianismo social al movimiento obrero. Son los Manifiestos económico-fílosóficos (1844), La Sagrada Família (1845), las Tesis sobre Feuerbach(1845), hasta el opúsculo que anuncia el punto de inflexión, La ideología alemana(1846).

 

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