El miedo escénico es una reacción de ansiedad que se da ante una situación social muy específica. Se da cuando una persona debe realizar algún tipo de actividad ante el público, ya sea hablar, cantar, actuar, etc. Esto puede suceder por varios motivos. Uno de los principales es que el público no le es indiferente a la persona, que uno se siente evaluado por los mismos, tener miedo al rechazo y por esto siente responsabilidad de gustar y estar al nivel que los asistentes esperan. En este sentido, puede hablarse de trata de un miedo con una función positiva y adaptativa que, si se encauza bien, llevará a la persona a esforzarse y sacar lo mejor de sí misma ante la audiencia. Otro posible desencadenante de este temor es el hecho de no estar habituado a exponerse ante público. En algunas ocasiones, este miedo también aparece en un momento muy definido en el tiempo, tras un episodio puntual traumático al exponerse ante un público. Por ejemplo quedarse en blanco, no saber responder a una pregunta o encontrarse mal físicamente, caerse o desmayarse.Estos episodios causan un elevado sufrimiento en la persona y ésta pasa a sentirse incapaz de volver a realizar una exposición adecuadamente. El miedo escénico puede estar relacionado con el miedo al éxito. El miedo escénico puede expresarse mediante muchos y variados síntomas, e incluso llegar a desencadenar ataques de ansiedad. Por ejemplo:
A nivel físico: Dificultad para respirar, temblores, taquicardia, sudoración, mareos, náuseas, diarreas, frecuentes ganas de orinar, enrojecimiento facial, fuerte dolor de cabeza, tensión muscular, A nivel psicológico: Dispersión, confusión, dificultad para atender, concentrarse y recordar. Aparición de pensamientos negativos e invalidates. Miedo al fracaso, a críticas negativas, a hacer el ridículo o quedarse en blanco, entre otros. A nivel conductual: Torpeza, volumen de voz bajo, hablar rápido, tartamudear, trabarse, quedarse en silencio, intenso deseo de evitar la situación o huir de ella.
¿Se puede combatir el miedo escénico? ¿Cómo?
Ante todo, tratar de ver el miedo como aliado, en lugar de como un enemigo. Los síntomas de ansiedad deben entenderse como una información que envía el cuerpo y que hay que aprender a gestionar adecuadamente. Plantear nos el afrontamiento como única opción para superarlo. La evitación y huida producen un alivio momentáneo, pero a medio plazo, aumentarán la sensación de incapacidad y el miedo en la persona.No luchar contra los propios síntomas de ansiedad, no tratar de eliminarlos, solamente identificarlos y aceptarlos o como mucho intentar bajar su intensidad, con técnicas de relajación, respiración abdominal, visualizaciones, etc. Hay tener en cuenta que para que estas técnicas específicas sean efectivas deben ser ampliamente entrenadas y haber comprobado su efecto en otras situaciones diarias.Recordar éxitos vividos anteriormente, en los que la persona se haya sentido capaz y se pudo desenvolver satisfactoriamente puede ser positivos.
Aumentar la comprensión y la flexibilidad hacia uno mismo. Cuanta más presión y autocrítica posiblemente se produzca una peor ejecución o se puede llegar a un bloqueo, aceptar errores, incluso ponerlos en evidencia o a reírse de ellos y admitirlos ante el público, en lugar de tratar de avergonzarse o tratar de disimularlos. Disfrutar la actuación. Poner el foco de atención en uno mismo, con atención plena al contenido de lo que uno está defendiendo, más que en la audiencia. Practicar y proporcionar experiencias, ya que la falta de costumbre, desconocimiento o falta de competencia sobre el contenido de la ponencia, aumentan la inseguridad y el miedo escénico.
Hay que tener en cuenta que el miedo escénico no es algo que pueda desaparecer de forma mágica, de la noche a la mañana. Por eso tratar la superación del mismo como un proceso, como una dificultad que se puede trabajar e ir afrontando progresivamente.
Si una persona no consigue por los propios medios superar un miedo escénico y éste produce un sufrimiento o sentimientos de incapacidad en la persona y si además es una situación a la que deberá continuar enfrentándose a lo largo de su vida, puede ser útil y aconsejable recurrir a la ayuda profesional de un psicólogo.