Año 1938, Corea del Sur. Un señor llamado Lee Byung-chul creó una empresa de exportación llamada Samsung («Tres Estrellas», en coreano).
Al principio, su empresa se dedicaba a la exportación, valga la redundancia, de pescado coreano seco, verduras y frutas hacía las ciudades de Pekín y Manchuria.
En poco más de una década, Samsung logró adquirir un gran éxito, porque debido a la pésima relación entre Corea y Japón, éste jamás frenó la exportación y ganó el mercado.
Gracias a ello, adquirió sus propios molinos de harina, máquinas de confección, sus propios establecimientos de fabricación y de venta. Así implementó la estrategia conocida como «integración hacia atrás y hacia adelante», logrando producir su propia materia prima y tomando el control de su distribución.
Centrados en mejorar y aprovechar el consumo electrónico , en 1969 decide usar la estrategia fusionaria de crecimiento y hacerlo con Sanyo, pasando a ser Sanyo-Samsung Electronics. Ésta estrategia, anteriormente nombrada, le permitió a Samsung, meterse de lleno en el mercado de la tecnología y seguir aumentando la popularidad y las demandas de su empresa.
Tal así, en el año 1977 deciden disolver la sociedad, pasándose a llamar Samsung Electro-Mechanics, y ahí comenzó su camino independiente en el mercado de la electrónica.
Comenzaron a fabricar microondaas, neveras, lavadoras y aires acondicionados, imponiendo otra estrategia de crecimiento llamada «desarrollo de producto»; sin salir del mercado de la exportación, comenzaron a crear sus propios productos electrónicos.
En 1999 lanzan al mercado su primer SmartPhone (teléfono inteligente) e ingresando al mercado de las telefonías móviles, para nunca jamás irse.
Hoy en día nombramos Samsung y se nos viene a la mente esta gran empresa, que empezó exportando verduras y gracias a sus estrategias logró dominar el mercado llegando a ser «El Gigante de Corea del Sur».
En dicho país, cuenta con hospitales, ciudades y hoteles con su nombre. Trabaja para educación, defensa e incluso para el sector aeroespacial.