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BREXIT

Brexit es una abreviatura de dos palabras en inglés, Britain (Gran Bretaña) y exit (salida), que significa la salida del Reino Unido de la Unión Europea.

Luego del referéndum llevado a cabo el 23 de junio de 2016, con el 52% de los votos se determinó la separación del Reino Unido de la UE, contra el 48% que deseaba permanecer.

Ya en 1975 hubo un primer referéndum similar en el que los británicos decidieron permanecer en lo que entonces era la Comunidad Económica Europea (CEE).

Técnicamente, el referéndum no era vinculante para el gobierno británico.

Los parlamentarios podrían haber bloqueado el Brexit, pero los analistas coinciden en que ir contra la voluntad popular sería un suicidio político.

Finalmente el 29 de marzo pasado, el Reino Unido notificó oficialmente a sus socios europeos de la salida a través de una carta firmada por la primera ministra Theresa May invocando el art. 50 del Tratado de Lisboa.

Detrás del referendo hubo antiguas y nuevas tensiones: el recelo ante la burocracia de Bruselas, el control de la inmigración, la defensa de la soberanía nacional, el orgullo por un carácter británico insular y diferenciado del resto de Europa y los retos de seguridad, entre otras.

Los que estaban a favor de celebrar una votación argumentaron que la UE ha cambiado mucho en las últimas décadas y que tiene cada vez más control sobre la vida diaria de los británicos.

Los defensores del Brexit sostienen que la pertenencia a la UE es un obstáculo para el desarrollo de Reino Unido, que pone en la caja común más de lo que recibe, y que las regulaciones europeas, que consideran excesivas, perjudican a las empresas británicas.

También quieren que Reino Unido recupere el completo control de sus fronteras y que se reduzca el número de extranjeros que llegan al país en busca de trabajo.

Tan sólo en 2015, aproximadamente 630.000 extranjeros se establecieron en la región. En los últimos 25 años su población ha ido de 57 millones a 65 millones a pesar de que el índice de natalidad está por debajo del punto de equilibrio. De continuar creciendo a este paso se calcula que en 10 años alcanzaría los 70 millones de habitantes y la mitad de ese crecimiento sería debido a los inmigrantes.

Por otra parte, quienes querían que el Reino Unido permaneciera argumentaban que la nación gana mucho más siendo miembro de la UE gracias a que puede vender bienes y servicios a otros países de forma más fácil.

También insistían en que la llegada de inmigrantes, la mayoría jóvenes que quieren trabajar, favorece el crecimiento económico y ayuda a financiar los servicios públicos y a las empresas.

Otro argumento fue que el status internacional se vería perjudicado por el abandono de la UE y que Reino Unido estaba más seguro siendo miembro que por su cuenta.

Para el Reino Unido

El mercado único es el gran pilar de la Unión Europea y, en el corazón del mercado único está el libre mercado, sin tasas ni aranceles comerciales.

El mismo es mucho más que una zona de libre comercio ya que también incluye el movimiento libre de bienes, personas y capitales.

Aunque es posible no formar parte de la Unión Europea y sí del mercado único, como es el caso de Noruega, representantes del Brexit afirmaron durante la misma que no quieren que Reino Unido siga formando parte del mismo una vez fuera de la UE.

Sostienen que la economía del país es lo suficientemente fuerte para negociar un acuerdo con la UE que les permita acceder al libre mercado sin tener que aceptar el libre movimiento de personas ni otras regulaciones.

Lo cierto es que si Reino Unido se va de la UE y del mercado único, las consecuencias dependerán del acuerdo al que llegue con los países miembros de la UE.

Para el resto de Europa

Ningún país de la Unión Europea se ha mostrado públicamente favorable al Brexit.

Y aunque hay consenso en que el mayor impacto de la salida sería sobre el Reino Unido, algunos piensan que el impacto sería también significativo sobre los demás estados miembros.

El artículo 50 del Tratado de Lisboa, en vigor desde diciembre de 2009, contempla por primera vez la posibilidad de que un Estado miembro decida voluntariamente abandonar la Unión Europea.

El mismo establece que la UE negociará (en este caso con el Reino Unido) con orientaciones del Consejo Europeo, un acuerdo que determinará la forma de su retirada teniendo en cuenta el marco de sus relaciones futuras. Se debe llegar a dicho acuerdo en el plazo de dos años, aunque existe la posibilidad de una prórroga, por lo que la fecha prevista para la salida británica sería en marzo del 2019.

El negociador de la UE para el Brexit, Michel Barnier, ha confirmado en las últimas semanas que las negociaciones con el Reino Unido están estancadas en lo que se refiere a la factura de salida, por lo que pedirá a los líderes de los 27 que no abran aun la segunda fase de las conversaciones.

La primera fase de las negociaciones se centra en tres prioridades: derechos de los ciudadanos, compromisos presupuestarios que deberá pagar Reino Unido a su salida y la frontera en el Úlster.

El problema fundamental tiene que ver con la factura de divorcio y sobre la que Bruselas considera que está en un “punto muerto”, porque el gobierno británico sigue sin “estar listo para precisar” que compromisos está dispuesto a cumplir.

Hasta el momento, el 16 de octubre de 2017, Theresa May se reunió en Bruselas con el jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y acordaron que el ritmo de las conversaciones sobre el Brexit debe acelerarse.

Un comunicado conjunto describió la reunión de dos horas como “constructiva y amigable”. En el encuentro los funcionarios “revisaron el progreso de las negociaciones y acordaron que se deben acelerar los esfuerzos en los próximos meses”.