Los cinco elementos clave para Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial (WEF), son el corazón, el cerebro, el músculo, el valor y el alma.
Durante una cena en Singapur que tuvimos hace no mucho tiempo, intentamos determinar qué cualidades hacen grande a un líder. Los cinco elementos clave para Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial (WEF), fueron el corazón, el cerebro, el músculo, el valor y el alma. Para Kishore Mahbubani, decano de la Escuela Lee Kuan Yew de Política Pública de la Universidad Nacional de Singapur, resultaron fundamentales la compasión, la astucia y el coraje, así como la capacidad de identificar el talento y entender la complejidad. El grado de coincidencia resulta revelador. No es casual que ambas listas comiencen con el corazón. Como en los casos de Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, un líder no puede alcanzar la grandeza sin mostrar una profunda empatía con su pueblo. Se trata de un sentimiento que alimenta la lucha contra las injusticias que su gente pueda enfrentar. Parece improbable que líderes heroicos como esos afloren en tiempos normales. Pero estos tiempos no lo son. Por el contrario, la desigualdad sin precedentes que se vive en tantas partes del mundo es precisamente el tipo de injusticia que podría estimular el surgimiento de grandes líderes compasivos hacia los de abajo. El primer ministro canadiense Justin Trudeau, el joven líder que más esperanza irradia en estos días, en parte resultó elegido por su compromiso de ayudar a la gente común. En segundo lugar, el “cerebro”: la facultad de filtrar las masas de información que nos inundan constantemente para poder tomar decisiones inteligentes en un mundo complejo que cambia rápidamente. Algunos líderes actuales están demostrando tener grandes aptitudes en este punto. Por ejemplo, el constante crecimiento y desarrollo de las economías de China y la India refleja que el presidente Xi Jinping y el primer ministro Narendra Modi, respectivamente, entienden los desafíos económicos y sociales y las oportunidades que supone la Cuarta Revolución Industrial. Ambos saben que, en este complejo contexto, deben desarrollar nuevas industrias dinámicas que sitúen a sus economías en la frontera del progreso científico y tecnológico. El uso inteligente de la nueva tecnología también está ayudando a aliviar la pobreza. Los mil millones de indios que se han inscrito para obtener un Aadhaar, su tarjeta de identidad electrónica, ya cuentan con acceso directo a beneficios sociales sin barreras burocráticas. Los mil millones de chinos que utilizan sus teléfonos inteligentes para hacer pagos móviles tienen acceso directo a todo tipo de productos de consumo que mejoran sus vidas. Todavía nadie ha cuantificado de manera fiable el aumento del bienestar que producen tales avances tecnológicos. Pero el optimismo está repuntando tanto en China como en la India. Según el Pew Research Center, el 87% de los chinos se siente optimista sobre la actual situación económica de su país y el 82% cree que sus hijos estarán mejor en el futuro. Asimismo, el 83% de los indios siente optimismo sobre la economía y el 76% piensa que sus hijos estarán mejor. La tercera cualidad fundamental de un gran líder es el coraje (o el valor, como lo llama Klaus). La oleada de refugiados en Europa (especialmente de sirios solicitantes de asilo en 2015) ocasionó una explosión del sentimiento populista, y cada vez más los líderes políticos exigieron cerrar las fronteras. Los dirigentes débiles cedieron ante la presión, ya sea alineando su retórica a la de los populistas, o bien siendo arrollados por sus vehementes competidores.
Evidentemente, convertir el coraje en un cambio positivo requiere de músculo, vale decir la influencia y autoridad para actuar, que a su vez precisa de una aguda comprensión de las realidades políticas. Por ejemplo, esta cualidad resultó fundamental para lograr el formidable cambio en el sistema político de Irlanda: un país profundamente conservador que eligió como primer ministro a Leo Varadkar, un homosexual de origen indio.