Semanas atrás, en plena Copa América, Diego Maradona volvió a los titulares al filtrarse una conversación con Pelé -paradoja esto de la charla íntima con su adversario de toda la vida- en la que el argentino le confesaba: «Lionel Messi es una buena persona, pero no tiene personalidad para ser líder».
Una controversia más para abonar el interminable debate de los estilos de liderazgo, y Maradona tendría razón si el suyo fuera el único estilo de liderazgo aceptable y afectivo. Si los líderes fueran exclusivamente los extrovertidos, los contestatarios, los bochincheros, los excéntricos, los rupturistas, los rebeldes… Si fuera una condición exclusiva de los críticos, los pesimistas, los peleadores… Si sólo fueran líderes las personas corajudas capaces de pelearse con árbitros, técnicos, dirigentes y celebridades… Si fuera así, Lionel no entraría en la categoría de líder.
Nuestros hijos nos preguntan por Maradona y respondemos unánimemente: «Un superdotado volcánico», una mezcla de talento y temperamento, un camorrero, el dueño de la pelota. «El Diego» gritaba en la cancha, se encaprichaba, se peleaba.
Fue capaz -él y nosotros- de simbolizar en un juego la revancha por una guerra perdida. Al colgar los botines siguió viviendo siempre en los polos: amigos y enemigos; ídolos y demonios. Si para ser líder fuera condición ser extremo, verborrágico y peleador, Messi no daría la talla.
El liderazgo del capitán del seleccionado argentino se sostiene sobre la humildad, el deseo constante de superación, el respeto por los rivales, la austeridad verbal, la lealtad a sus camisetas. Además, por supuesto, de sus inéditas habilidades técnicas que lo convierten en el mejor de su especialidad.
A pesar de ser (lejos) el más habilidoso, sus compañeros testimonian que es el primero en llegar al entrenamiento, uno de los más concentrados en la labor y quien casi siempre apaga la luz. Disfruta del juego, tanto del proceso como de los resultados, y lo contagia. No es una persona demostrativa ni carismática. Se le conocen pocas palabras, casi siempre medidas y oportunas.
Se ha situado en la vida en el lugar de los responsables y protagonistas. No se hace la víctima, no culpa a los otros, no gime con que le «cortaron las piernas» ni fantasea con «asociaciones malvadas para arruinarnos la vida». Jamás festeja en soledad, nunca señala su propio pecho ni se cree el único protagonista de los éxitos, aunque haya sido el responsable del 90% de una conquista, siempre busca celebrar con sus compañeros.
Messi lidera así. En silencio, sin escándalos, sin excesos, bailando en el «verde césped». Así acumula seguidores, y lo elige buena parte del mundo. No todos, por supuesto.
Se necesitan diferentes estilos de liderazgo y el de Messi es uno de ellos.
Alumno: Albarellos, Carlos.
Carrera: Técnico en seguridad e higiene
Materia: RRHH