La religión propiamente dicha, no puede esgrimirse como un asunto de moral y buenas costumbres, para los católicos, puede que lo sea, pero, para los creyentes de otras religiones, es una simple historia contada, pero sin ninguna práctica en la vida real.
Los grandes revolucionarios y consumados extremistas centralizan sus actividades dentro de unos códigos de: moral y ética, que al desarrollarlos para el ejercicio de sus actividades, se cumplen con tanta rigurosidad, que muchas veces quebrantarlos, los llevan a desistir de su actividad profesional.
Si definimos la moral, como el conjunto de costumbres de una sociedad que obligatoriamente hay que cumplirlas, puesto que de no hacerlo, el ejercicio profesional y calidad de vida no cumple con los estándares de buen servicio a la comunidad; podemos concluir que es un dogma de fe, que hay que guardarlo como el mejor tesoro de nuestra vida.
La Ética que está regulada por el conjunto de normas que direccionan específicamente una actividad y su ejercicio, debe ser concordante con los protocolos establecidos por los organismos reguladores del ejercicio profesional, así por ejemplo: la ética del médico, del abogado, del ingeniero o del administrador de empresas.
Analizando estos dos vocablos moral y ética en su conjunto, conforman lo que debe ser un manual de convivencia y buenas prácticas para el ejercicio de cualquier profesión u actividad, religión por conservadora o liberal que ella sea.