22 noviembre, 2024

Existen en el mundo alrededor de 40 millones de menores que trabajan en fábricas, en la agricultura, en la minería, en pequeñas industrias, en talleres de artesanía, en hostelerías y tiendas o como vendedores ambulantes. En los países en vías de desarrollo, las causas esenciales de este fenómeno son el atraso económico, vinculado en algunos casos al dominio colonial que casi todos ellos sufrieron, la supervivencia de estructuras socioeconómicas arcaicas. El brusco descenso del índice de escolaridad de los niños a partir de los 11  o 12 años de edad, y el aumento de la población.

A menudo los niños realizan en las fábricas trabajos relativamente ligeros pero entre éstos se destacan algunos que presentan riesgos evidentes para su salud y seguridad. A veces los destinan a ocupaciones peligrosas: fabricación de cohetes, soplado de vidrio, transporte de vidrio incandescente, utilización de materiales tóxicos, trabajos que implican la exposición al polvo, al calor y al frío extremos en la manufactura de ciertos productos, trabajos en fundiciones y, en general, en la proximidad de hornos y de máquinas sin protección.

La iluminación, la ventilación y las condiciones sanitarias son casi siempre muy deficientes, y las precauciones de seguridad son mínimas. Todo ello se agrava extremadamente en el trabajo en minas.

Una manera dramática de explotación es cuando las niñas o adolescentes son vendidas a proxenetas o mafias, que las forzarán a ejercer la prostitución, con sus secuelas -además- sanitarias y otras enfermedades.

Las distintas formas van desde la servidumbre por deudas, el trabajo doméstico infantil, la explotación sexual comercial, el tráfico de drogas, la vinculación de niños a conflictos armados, y otras formas explotadoras y prácticas similares a la esclavitud en el sector industrial

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT),»el trabajo forzoso, la esclavitud y el tráfico criminal de seres humanos en especial mujeres y niños están creciendo en el mundo y adoptando nuevas e insidiosas formas». El reclutamiento obligatorio de niños para conflictos bélicos, considerado como una de las peores formas de trabajo infantil, está también en auge.

Las largas jornadas y las penosas condiciones en que estos niños realizan su trabajo impiden su acceso a la educación, los agota física e intelectualmente y, al mismo tiempo, provocan en esos países graves efectos socioeconómicos, como el aumento del desempleo en la población activa, pues estos menores ocupan el empleo que deberían realizar los adultos.

LA SITUACION EN ARGENTINA

Casi dos millones de niños y niñas menores de 15 años se ven obligados a realizar trabajos en las ciudades y el campo argentino.

La erradicación de la explotación laboral infantil pasa por : trabajo genuino para los padres, el compromiso de toda la sociedad y la intervención del Estado, mediante la articulación de políticas públicas de educación, de desarrollo social y de salud a favor de los niños, como una prioridad.

Sin embargo, los sucesivos gobiernos nacionales se han empecinado en negar el fenómeno. Recién a partir del año 2004 el Estado argentino se ha decidido a encarar, por lo menos, un diagnóstico sobre la situación.

«Para que los niños no trabajen se necesita una sociedad más justa y equitativa», «No vamos a erradicar el trabajo infantil si no somos un poco menos hipócritas, porque si les pagamos mal a los padres ellos no van a poder mandar a sus chicos a la escuela ni mantener una casa». propone la secretaria de Trabajo de la Nación, Noemí Rial.

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