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ECONOMIA ARGENTINA.

Economía argentina: ¿Recesión o crecimiento?

 Análisis tras el anuncio del presidente Macri del ingreso de nuevas inversiones para 2017 de 20000 millones de dólares.

El periodo primario-exportador comprende desde 1880 hasta la crisis del treinta. Bajo el esquema agro exportador observamos un fuerte endeudamiento externo, el desarrollo de una estructura agropecuaria basada en las exportaciones y un mercado mundial ávido de nuestros productos. La economía argentina presentaba una dependencia absoluta al movimiento favorable o adverso de flujos de capital en parte dirigido desde el Banco de Inglaterra a partir de la baja o alza de la tasa de interés. La detención económica de los flujos perforaba automáticamente la matriz productiva del país. Ejemplo de ello han sido las crisis de 1890 y 1930.

Por su parte, el periodo industrial sustitutivo de importaciones abarca tres décadas corridas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis político-económica de 1974-75. El modelo de industrialización por sustitución de importaciones permite vincular los ciclos económicos al mercado interno y externo a la vez. Los tiempos de “vacas gordas” abrían paso a una etapa de auge caracterizada por el aumento de la producción industrial relacionada directamente al consumo local. Así, se aumentaban las importaciones en pos de adquirir bienes de capital e insumos básicos y se reducían las exportaciones debido a la mayor demanda interna que provocaba la suba del salario real y de los niveles de ingresos. El dilema lo presentaba el déficit en la balanza comercial a partir de la disminución de las divisas abriendo paso a una fuerte devaluación ocasionando un aumento del precio de los productos agrarios exportables y de los insumos importados. En una palabra, se trata de un círculo vicioso cuyos componentes son: crisis del sector externo, inflación y políticas monetarias restrictivas.

Por último ubicamos al ciclo denominado por Ferrer “Hegemonía financiera” a partir de la desregulación de la tasa de interés y del régimen cambiario introducido con la reforma financiera de 1977. El modelo rentístico financiero se caracterizó por el endeudamiento externo. El matiz deferencial se dio desde la preponderancia del sector financiero. A un lado quedaron la producción interna y las exportaciones. La apertura irrestricta de los mercados pulverizó literalmente los activos internos. El precio vil de los intercambios y la entrega vergonzosa de la Acción de Oro de las empresas nacionales, inauguró una etapa nefasta de desguace nacional. Capitales golondrinas y expoliatorios ingresaron al país con total libertad. Hoy Argentina intenta salir de un periodo de ostracismo mundial en términos de posibilidades económicas para recibir flujos de inversiones extranjeras directas (IED). El proceso de recuperación es lento. Se espera un crecimiento del producto, balanza comercial positiva, superávit fiscal y aumento de reservas.

La gran dificultad que atraviesa esta gestión es responder a la pregunta auto referencial: ¿cuál es el costo social que tiene en mira afrontar considerando los retrasos salariales y niveles de pobreza? Pareciese que la sociedad es la elegida para soportar tamaños esfuerzos frente a “crisis terminales”.

El presidente Macri anunció el ingreso al país de nuevas inversiones para 2017, principalmente en los sectores agropecuario y de energía: «Este año nos vamos a estar arrimando a más de 20.000 millones de dólares en inversiones.  Las principales inversiones van a ser en el sector agropecuario y en energías alternativas y renovables», expresó. La próxima cosecha agrícola requerirá de 15.000 millones de dólares en tanto se imputarán entre 3.000 y 4.000 millones de dólares a energías renovables además de hidrocarburos no convencionales. Salir del default y volver al mercado financiero mundial es más que relevante. Pese a ello, los desafíos que se deben enfrentar son enormes para esta gestión. El principal de ellos es reducir desequilibrios macroeconómicos.

La Agente de Calificación de Riesgo, Moody´s Latin America insistió en la fuerte recesión que afronta Argentina que indudablemente socava las posibilidades crediticias de ciertos sectores. El pronóstico no resulta alentador: contracción del Producto Interno Bruto (PIB) de un 1,5% en 2016. La consecuencia sería mayor desempleo e inflación por encima del 30%.

Recién para 2018 se espera que el viraje de rumbo impacte positivamente en la economía real de los argentinos.  Puede que la necesidad de reinsertarnos en el mundo sea inminente, puede que no se haya escatimado en la toma de decisiones oportunamente, puede que el pueblo aún no esté preparado para semejante giro copernicano.  El historiador, político y teórico italiano, Nicolás Maquiavelo (1469-1527) aseveraba: “El que es elegido príncipe con el favor popular debe conservar al pueblo como amigo.”

Primero está el consenso del pueblo, después las medidas de toda índole. Sin legitimidad se pierde creencia para imprimir nuevas visiones que claro está, son más que plausibles pero hay que comprender los tiempos, la oportunidad. Un gobernante que sabe “leer” el momento justo que nace a partir de la intersección del tiempo y el espacio puede llamarse a sí mismo dichoso. Esperemos éste sea el caso.