27 diciembre, 2024

Los edificios de oficinas y centros de trabajo de medio mundo cada vez son más sofisticados en cuanto a su originalidad, diseño y prestaciones. Otros inmuebles en los que habitamos o trabajamos, sin embargo, adolecen de diversos fallos en su construcción o de una mala calidad de sus materiales. En cualquiera de los dos casos, sus habitantes no estamos exentos de padecer el síndrome del edificio enfermo (SEE).

El síndrome del edificio enfermo (Sick Building Syndrome, en inglés) es el conjunto de síntomas que provoca un inmueble sobre las personas que habitan o trabajan en él. Aunque se desconocen las causas concretas que lo producen, fundamentalmente se atribuye a la contaminación del aire que circula en su interior. En principio, no se trata de un problema grave que vaya más allá de un malestar temporal que reduce la capacidad de las vías aéreas de las personas, pero en casos extremos puede incluso agravar alguna patología.

El síndrome aparece principalmente en edificaciones herméticas que cuentan con sistemas centralizados de ventilación, sistemas de ventanas que no se abren, suelos enmoquetados… En este tipo de instalaciones, por ejemplo un bloque de oficinas, el aire recircula constantemente a través de conductos cargándose de partículas perjudiciales para nuestra salud y bienestar.

Sin embargo, el síndrome del edificio enfermo no es un problema exclusivo de edificios cerrados a cal y canto. También se han dado casos en otros inmuebles con buena ventilación. En términos generales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que aproximadamente el 30 por ciento de las construcciones modernas que nos rodean pueden provocar este síndrome en sus ocupantes.

Las molestias más frecuentes causadas por los edificios enfermos tienen que ver con las vías respiratorias, pero el catálogo de síntomas es muy variado. De hecho, no es extraño padecer varios de ellos a la vez. Las manifestaciones más habituales son:

Síntomas nasales: como irritación de la nariz, mucosidad abundante, sequedad nasal, congestión, trastorno del olfato o tos.

Molestias oculares: en este caso, los síntomas son la irritación, cansancio, escozor y enrojecimiento ocular.

Dolores de garganta: igualmente, en ocasiones origina irritación, sequedad, ronquera, inflamación o enrojecimiento de la garganta.

Alteraciones cutáneas: de nuevo, la irritación y los escozores en la piel pueden ser consecuencia del síndrome del edificio enfermo.

Otras manifestaciones son dolores de cabeza, náuseas, vértigos, fatiga mental o somnolencia, dificultades para concentrarse y alergias.

Normalmente, al abandonar el edificio en cuestión o al cabo de unos días estos síntomas suelen desaparecer o aminorarse.

Posibles Soluciones:

La remoción de las fuentes de contaminantes o su modificación: mantenimiento de HVAC (temperatura, humedad y limpieza del aire adecuadas ) reemplazo de cielo rasos, paredes y carpetas sellados al agua, institución de restricciones severas a fumar, almacenar fuera fuentes de emisiones de contaminantes de pinturas, adhesivos, solventes, pesticidas; o al menos en áreas muy bien ventiladas, y el uso de esos contaminantes durante periodos de no ocupación.

Cambiando el posicionamiento de las fuentes de frío y calor, así como los sistemas de renovación de aire de manera indirecta para que nunca estén sobre las cabezas o sobre los cuerpos de las personas que conviven en las estancias.

Adquiriendo un purificador de aire.

Creando normas básicas para que las condiciones ambientales para estancias en la que tengan que convivir varias personas con unos criterios lógicos de la calidad del aire

-Temperatura

-Humedad

-Renovación del aire

La temperatura ideal estará en torno a los 22 a 24 º con un índice de humedad que no cree la sensación de agobio.

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