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HISTORIA  DEL HOTEL PLAZA

. El Plaza Hotel es uno de los edificios más representativos del Buenos Aires de principios de siglo XX en Argentina. Actualmente tiene la concesión de su explotación la cadena Marriott pero la propiedad sigue en manos de los herederos de Ernesto Tornquist.

Emprendimiento del empresario Ernesto Tornquist con vistas a los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910, el Plaza Hotel es obra del arquitecto alemán Alfred Zucker, y fue inaugurado el 15 de julio de 1909, siendo considerado el primer hotel de lujo de Sudamérica. Contó con comodidades excepcionales para la época, como una central telefónica, ascensores OTIS, red de agua fría y caliente, y una innovación conocida como ropero americano, que no era ni más ni menos que el placard. Durante décadas compitió en primacía dentro de los hoteles porteños solo con el Alvear Palace Hotel.

En 2009 el Plaza fue el primer hotel argentino en celebrar su primer Centenario. Durante todo ese año llevó adelante recorridas gratuitas que dieron a conocer su historia. Y ese mismo año publicó un lujoso libro que combina un repaso a esos primeros 100 años de vida con numerosas fotografías, reproducciones de menús de época, planos y anécdotas.

A fines de 2012, las familias Tornquist y Shaw anunciaron la venta del Plaza Hotel mientras la cadena Marriott seguiría a cargo del gerenciamiento.1 En abril del año siguiente, el Grupo Alvear de la familia Sutton, compró el edifici

 

El Grill, como se le dice coloquialmente, es una especie de museo de la cocina porteña, donde comieron presidentes, figuras del arte, el espectáculo, deportistas famosos y anónimos amantes de la buena mesa.

Como debe ser, en el Grill la historia se respeta a rajatabla: siguen vigentes los platos de la belle époque que ya son clásicos entre los clásicos y las mejores carnes argentinas hechas a la parrilla.

Cuenta con una ambientación única, europea, que se manifiesta claramente en objetos que perduraron a lo largo de los años: los azulejos holandeses de Delft, los ventiladores de techo paquistaníes, la chimenea y por supuesto la armazón de hierro (parrilla) que da nombre al restaurante y que fue traída desde Inglaterra.

Por allí, en medio del salón, se observa la prensa que se utiliza para apretar la carcasa de pato. Es que con una anticipación de 24 horas se puede pedir el famoso pato a la prensa.  La preparación de este plato requiere toda una ceremonia, que se hace frente a los comensales.

 

Las noches del Plaza Grill permiten viajar en el tiempo, a través de platos históricos de la llama Belle Êpoque. Entre las entradas, resaltan los históricos Huevos Po Parisky, creados por el chef Beneducci, un italiano que fue el último jefe de cocina extranjero. Es una canasta de pan tostado con huevos poché y salsa de pavita, con jamón y champiñones.

Luego fueron los tiempos de un gran cocinero local, Pedro Muñoz, que hizo historia y docente, un ícono del hotel y primer argentino en estar al mando de la brigada.

También ofrecen sopa de cebolla y manzana gratinada; vol au vent de frutos de mar; las Mollejas Demidoff, salteadas con zanahorias, apio y echalotes en salsa de carne acompañadas con hojas orgánicas, y la deconstrucción del Paté Plaza.

Y luego, lomo Chateaubriand Eduardo VII; costillas de cordero a la Villeroi; lenguado a la Meunière, y otros clásicos que llevan el sello de la cocina francesa tradicional.

La opción de las carnes resulta ineludible para los paladares extranjeros, sobre todo el asado con hueso y las achuras, que así llaman los porteños a las vísceras del vacuno (mollejas, chinchulines, riñones y además chorizo y morcilla).

La cocina española, a su modo, está presente con el famoso puchero del Plaza. El 1º de mayo, día de los Trabajadores, comienza a servirse todos los años el puchero criollo (versión local del cocido madrileño). Solo los fines de semana y feriados, se puede comer este festín pantagruélico de las estaciones más frías.

Se trata de un puchero de campo bien “a la argentina”. Dentro del elegante salón están ubicadas estratégicamente cinco ollas y otros tantos “rechaud”. Las primeras contienen rabo, asado de tira y falda, gallina, codillo de cerdo y vacío. Y los “rechauds”, chorizos y morcillas; caracú; carré de cerdo; lengua y cuerito de chancho; papas, batatas, zanahorias, zapallo y choclo; arroz, espinaca, repollo, garbanzos y porotos.

El puchero comenzó a servirse en este restaurante hace 70 años y marca el estilo clásico de la gastronomía del lugar. En los años ’40 se servía en los platos con la carne trinchada por los mozos.
Para no cambiar de estilo, para el final se puede elegir entre el Rogel (típico alfajor argentino), el gateau Alvear (que lleva el apellido de un expresidente, Marcelo Torcuato de Alvear), queso y dulce, pastelitos de batata y membrillo, yema quemada, ambrosía (el postre favorito de otro presidente, Domingo Faustino Sarmiento), flan, arroz con leche, huevos quimbo y frutas en almíbar (zapallos, batatas, castañas).

Habrá que apurarse porque, como quedó dicho, el hotel cierras sus puertas y luego se deberá esperar la reapertura. Serán tiempos de nostalgia y un “Por la vuelta”, como un famoso tango porteño.