Petróleo: ¿única riqueza que custodiar?
Autor: Teresa Rosado
2° Año de T.S. en Turismo
(Metodología de la Investigación)
Irak o Iraq, es un país del suroeste de Asia. Comparte fronteras con Kuwait y Arabia Saudita al sur, Jordania al oeste, República Árabe Siria al noroeste, Turquía al norte e Irán al este. La capital es Bagdad. El idioma, árabe.
En el territorio de la Irak actual floreció hace más de seis mil años la primera civilización urbana : la sumeria. Desde entonces esa zona llamada Mesopotamia, entre los valles de los ríos Tigris y Eufrates y la medialuna fértil sobre el Golfo Pérsico, estuvo habitada por culturas y civilizaciones que dejaron sus testimonios en tabletas de arcilla, relieves, monumentos, palacios y templos.
En la Mesopotamia se inventó la primera forma de escritura —cuneiforme—. Fue esa civilización la que dividió el día en 24 horas, inventó la contabilidad y el primer código de leyes conocido (el de Hammurabi). Allí se inventaron el vidrio, los ladrillos y el zodíaco y se construyeron los primeros templos como torres escalonadas (ziggurats).
Al considerar la importancia cultural de Irak, debe recordarse que contiene cientos de lugares declarados patrimonio de la humanidad por la Unesco. Entre ellos Nínive, donde gobernó Asurbanippal, sitio arqueológico, con valiosos frisos del siglo XVII a.C. que narran las campañas militares de los asirios, y Uruk, donde se han encontrado las primeras muestras de escritura; Asur, capital del imperio asirio; Hatra y Babilonia.
Aún antes de la guerra, Irak no tenía fondos para resguardar sus tesoros. A eso se suma la permeabilidad de las fronteras, por las que saqueadores organizados despojaron a Irak de objetos históricos preciosos.
Además de mezquitas, templos, palacios y mausoleos, Bagdad poseía una biblioteca con miles de manuscritos medioevales. La Biblioteca Nacional de Bagdad, establecida en 1920, localizada en Rasaf, depositaria de una tradición milenaria, fue incendiada y saqueada por la guerra que se inició en el 2003. Los soldados estadounidenses establecieron un campamento militar en las ruinas de Babilonia.
El Archivo Nacional, perteneciente a la Biblioteca, perdió el 60% de sus colecciones. El 25 por ciento de sus libros, periódicos, y la mayoría de sus fotografías y mapas históricos fueron destruidos.
El despojo de los tesoros de Irak tuvo un incremento desde la guerra del Golfo de 1991, robados y desaparecidos. Algunos aparecieron en los mercados comerciales de antigüedades de Europa y Estados Unidos.
El régimen de Saddam no los había resguardado. La coalición occidental en 2003 trató de que no fueran dañados por misiles, pero no los protegió ante los saqueos.
Irak, contaba con una población de 24 millones de habitantes, 80 por ciento árabes y 20 por ciento kurdos, divididos por su religión en 60 por ciento de chiítas, 37 por ciento de sunitas y 3 por ciento de cristianos, y más de 5 millones de desempleados recorriendo las ciudades día tras día, aunque el suelo que pisaban contenía la segunda reserva energética petrolera del planeta.
El Museo Arqueológico, dotado de más de 170.000 objetos de arte de la historia de las civilizaciones mesopotámica, persa, griega, judía y árabe, fue devastado.
El saqueo comenzó el 14 de abril, cuando se supo que el dictador había huido. Utilizaron herramientas y extrajeron selectivamente objetos y los manuscritos más importantes. Ante la pasividad de los militares, prendieron fuego a todo. Muchos de ellos fueron empleados por traficantes de arte profesionales, según denuncias de arqueólogos ante la UNESCO. Otros saqueadores, una multitud anónima, hambrienta y resentida con el régimen depuesto.
La gran colección de tabletas de arcilla de los sumerios, que referían entre otros pasajes, la historia del génesis de la humanidad, los primeros libros de 5300 años de antigüedad, de los tiempos del rey Nabucodonosor, quedaron en ruinas o desaparecidos. Entre otros, textos de Súmer, Acadia, Babilonia, Asiria y Caldea, Persia y varias dinastías árabes.
Las tablillas del Código de Hammurabí, y otras sin descifrar, algunas de las cuales contenían datos sobre el origen de la escritura, el Poema de Gilgamesh (la obra literaria más antigua de la humanidad) fueron sustraídas.
En el mismo acto de vandalismo fue destruido el Archivo Nacional de Irak, millones de documentos, algunos del período otomano, Coranes antiguos, incluido el más viejo, ardieron en llamas. Mientras tanto militares estadounidenses protegían celosamente las instalaciones de gas y petróleo de Kirkuk, donde se halla casi un tercio del petróleo iraquí.
Hoy, el inventario del desastre en el patrimonio cultural iraquí es imposible de ser evaluado.
La causa de esta catástrofe: la guerra de Estados Unidos con Irak. Se tiene la certeza de que el desvalijamiento fue sabiendo de que el ejército estadounidense no defendería el patrimonio histórico del país invadido. Destruyeron los catálogos electrónicos y ficheros para ocultar lo que la Biblioteca contenía.
Todavía no se han asignado responsabilidades a quienes verdaderamente las tienen, la administración Bush y el Primer Ministro de Reino Unido, entre otros. Por acción o por omisión existen responsabilidades que se deben investigar.
Bagdad, fue una ciudad árabe ocupada por la fuerza extranjera más repudiada en el Medio Oriente, sin gobierno, asediada por conflictos religiosos y atentados terroristas, en crisis económica, que sufrió pérdidas humanas, racionamiento de alimentos, sin medicinas y, como si esto no bastara, su memoria ha sido borrada, extirpada y sometida.
El saqueo de sitios arqueológicos destruye la herencia cultural no sólo en el sentido de su propiedad. Al sustraer un objeto de su contexto, se transforma en un adorno mudo. El saqueo daña de modo irrecuperable la memoria histórica que esos objetos portan en su dimensión espacio-tiempo y en relación con otros objetos y testimonios; gracias a ellos se escribe y transmite la historia.
Otros muchos hombres y mujeres del pasado, que habían dejado el secreto de sus acciones escrito, tallado en el barro y las piedras de Irak, han sido condenados a una definitiva muerte con la destrucción de esos tesoros arqueológicos.
Aunque pueda parecer insignificante, cada tableta de arcilla destruida
es una voz acallada para la Historia de la Humanidad.