A partir de los hechos de corrupción recurrentes en nuestro país, llevaré a cabo una reflexión sobre el valor de la ética y la moral en la profesión. Me detendré en un hecho en particular ocurrido en una dependencia Estatal, la Aduana de Ezeiza en la Provincia de Buenos Aires.
Esta reflexión surge a partir de la lectura de un artículo que publicó el diario Clarín en el año 2010, en el que se denunciaba un hecho escandaloso ocurrido en la Aduana Nacional a raíz del pedido de captura del director de esa dependencia en Ezeiza. El funcionario Carlos Mechetti, junto a siete empleados de la Aduana y un policía de Seguridad Aeroportuaria, fueron acusados de liderar una organización que permitía el ingreso ilegal de mercadería al país. Según una investigación realizada, por las escuchas telefónicas, se sabe que se llegó a pagar hasta 500 dólares por valija en el caso del contrabando de ropa. El ingreso de mercadería funcionaba sobre la base de coimas que involucraban funcionarios del nivel medio y alcanzaban hasta la cima de la estructura Aduanera. Continúa el artículo “Desde el imponente edificio de la calle Colombia, en la Ciudad de Buenos Aires, se han presentado ante el Gobierno diversas quejas sobre la falta de controles oficiales. Esto, según los funcionarios extranjeros, ha ayudado al crecimiento del narcotráfico y el consecuente lavado de dinero». La secretaria de Estado norteamericano le dijo sin medias tintas a la Presidenta argentina que su gobierno seguía de cerca las maniobras de contrabando específicos que ostentan la inevitable complicidad de funcionarios de la AFIP. En tal sentido, el funcionario que más sospechas generaba era titular de ese organismo, Ricardo Echegaray.
Si analizamos esta situación desde el punto de vista de la Moral, este comportamiento de los individuos o grupos sociales humanos, posee un sentido libre y consciente. Aun cuando la conducta, aunque rigurosamente individual, se crea que afecte o interese solo al sujeto del ilícito, la verdad es que los daños transcienden hacia la sociedad en su conjunto, motivo por el cual estas acciones son objeto de desaprobación colectiva. Estos actos, no pueden ser considerados inocentes en cuanto que implican la violación de normas morales o una forma de conducta indebida.
Podemos hacer una analogía con lo que plantea Sánchez Vázquez quien dice que «los actos propiamente morales sólo son aquellos en los que podemos atribuir al agente una responsabilidad, no solo por lo que se propuso realizar, sino que también por los resultados o las consecuencias de su acción”. Creo particularmente en este caso, que al permitir el ingreso de mercadería de manera ilegal al país, fija un antecedente para futuras conductas iguales y reiteradas por parte de los sujetos, naturalizando de esta manera un acto no solo ilegal sino también falto de ética, dado que se espera que los funcionarios del Estado cumplan su rol de manera profesional.
Como dice Weber «no es perverso ganar dinero, lo perverso es trabajar únicamente para ganarlo olvidando el bien de la comunidad”. Asimismo Durkheim afirma que ninguna actividad social puede hacerse sin disciplina moral, de este concepto plantea la “ética profesional” en donde solo puede lograrse un estado de orden y de paz entre los hombres acometiendo una auténtica tarea moral. Y esta tarea tiene dos dimensiones, una cívica y otra profesional. La moral cívica se encuentra ligada completamente al Estado y entiende que compone el conjunto de deberes de lealtad y servicio que tiene que cumplir todo ciudadano al Estado.
Retomando el caso particular que analizamos, sabemos que no es la primera vez que suceden hechos similares. En otras oportunidades, los trabajadores de la Aduana han sido denunciados por supuestos contrabandos.
En el Artículo 1 del Código de Ética Profesional del Despachante de Aduana dice: “El profesional despachante de aduana, actuará con elevado concepto de la misión que le incumbe y lo hará en todo momento con altura, con dignidad y absoluta corrección”, seguidamente, el Artículo 3 del mismo código, asevera “Deberá respetar las disposiciones legales cumpliéndolas y haciéndolas cumplir lealmente». De modo tal que desde el punto de vista ético podemos decir que un funcionario del Estado que está para proteger los intereses del país y de toda la ciudadanía, no debe incurrir en estos actos que son moralmente detestables ya que ejercer una profesión permite, además del sustento económico, alcanzar otra meta que le dé sentido a la vida en sociedad porque de eso se trata finalmente el ejercicio de una profesión.
La importancia de lograr una identidad profesional con una elevada moral hace que el profesional no se sirva a sí mismo, sino a una tarea que lo trascienda y que deba ejercerla de manera excelente. Este concepto aunque viene del tiempo de la Reforma, continúa en el mundo moderno y debería revitalizarse para que de esta manera se apunte a observar cuáles son o deberían ser los fines legítimos y cuáles los hábitos o virtudes en palabras de Adela Cortina, para alcanzarlos.