20 abril, 2024

El amoníaco es una sustancia química que la producen tanto los seres humanos como la naturaleza (se la encuentra en el agua, aire, tierra y es una de las fuentes del tan necesario nitrógeno para plantas; animales y humanos). La mayor parte que se encuentra en el medio ambiente proviene de la descomposición natural de estiércol, animales o plantas muertas.

Se produce diariamente dentro del cuerpo de toda persona, generalmente en órganos y tejidos o por bacterias que habitan en el interior de los intestinos.

Consiste en un átomo de nitrógeno (N) y tres de hidrógeno (H3).

A temperatura ambiente es un gas incoloro de olor muy penetrante y familiar ya que es utilizado en sales aromáticas, en productos de limpieza para el hogar o en refrigeración de la industria alimenticia.

Ésta forma de amoniaco también se la conoce como “amoniaco gaseoso o amoniaco anhidro (sin agua)”, el cual puede ser comprimido y bajo presión puede transformarse en un líquido que condensa a -33°c, y que a -78°c se solidifica para dar cristales incoloros y trasparentes.

Es una valiosa materia prima para la fabricación de numerosos productos de la industria pesada, o sobre todo ácido nítrico y sus derivados, sulfato amónico y otros abonos orgánicos e inorgánicos, especialmente abonos compuestos.

El amoníaco tiene varios usos dentro de las industrias o cotidianamente, por lo tanto sus fuentes de exposición más frecuentes pueden ser el uso para desprendimiento por putrefacción de materias orgánicas (cloacas, pozos negros, cría de ganados en espacios reducidos); destilación del carbón: hornos de carbón material; industrias químicas varias; fabricación de productos de mantenimiento, pesticidas, carbonato de sodio, materiales plásticos, etc.; síntesis de diversos derivados orgánicos; uso de soluciones acuosas de amoníaco en pintura y derivados productos de limpieza.

Al ser un compuesto tóxico es prudente tener conocimiento de cómo detectarlo. Su presencia en el aire produce un olor muy fuerte cuando se encuentra una gran cantidad de este gas (50 partes por millón- ppm) en el aire. Por lo tanto, posiblemente el olor del amoniaco alerte a la persona antes de la exposición a una cantidad nociva. Sin embargo, bajos niveles de dicho gas, pueden dañar a individuos asmáticos o sensibles.

Altos niveles de amoniaco pueden filtrarse al aire provenientes de perdidas y derrames de plantas de producción y depósitos, o por gasoductos, camiones tanque, vagones de ferrocarril, buques que lo trasportan. A concentraciones de aproximadamente 100 ppm, se aprecia una irritación de las membranas mucosas, garganta y pulmones.  A concentraciones superiores a 400 ppm se produce una irritación de garganta, llegando a destruir la superficie de las mucosas en caso de contacto prolongado. A concentraciones aun superiores se puede producir enema pulmonar. Si se respira aire cuyo contenido en amoniaco sea superior a los 500 ppm se puede producir la muerte inmediata por espasmo o inflamación de la laringe. (Depende de la concentración, la cantidad de tiempo y la forma que se está expuesto).

En el agua se puede percibir su sabor a bajos niveles: aproximadamente 35 partes por millón. También se pueden encontrar niveles más bajos que éste en alimentos y agua que no son peligrosos.

Se pueden acumular niveles más altos cuando se utiliza para fertilizar campos de cultivo. Después de aplicarlo, su concentración en la tierra puede ser más de 3000 partes por millón, sin embargo, dichos niveles disminuyen rápidamente a los pocos días. La ingesta del amoniaco líquido puede resultar en una grave irritación o ulceración de la boca, garganta o aparato digestivo que se manifiesta en forma de nausea, vomito, diarrea y que en casos extremos puede llegar a producir desmayo, conmoción y muerte.

El contacto directo del amoniaco líquido con la piel produce quemaduras. El gaseoso puede producir irritación, sobre todo si la piel se encuentra húmeda. El líquido puede llegar a dañarla como resultado de la acción combinada de congelación e irritación sobre la piel. Se puede llegar a producir quemaduras y ampollas al cabo de unos pocos segundos de exposición con concentraciones atmosféricas superiores a los 300 ppm.

La exposición de los ojos  a elevadas concentraciones de gas provoca la ceguera transitoria además de serios trastornos oculares. El contacto directo con  el de estado líquido puede provocar graves quemaduras del ojo.

Esta sustancia química es de uso común y frecuente aunque uno no esté siempre al tanto de su presencia, pero es importante saber de sus riesgos y como prevenir sus efectos contraproducentes en caso de una exposición, y es obligatorio para una persona que trabaja o traslada esta sustancia y la trata usualmente ya que puede intoxicarse a el/ella o a quienes los rodean.

 

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